Amor no correspondido

Sufrir por amor. El amor no correspondido.

Sufrir por amor no correspondido desde mi experiencia como Psicólogo – Sexólogo suele afectar a un mayor número de mujeres que de hombres, aunque afecta también a los hombres. Sin embargo, los hombres suelen ocultar este problema pues se sienten menos capaces de reconocer que sufren “por amor no correspondido» y también les cuesta más pedir ayuda por la vergüenza en expresar el problema.

El verbo amar, está asociado con la palabra hogar, ya que es en la infancia cuando adquirimos esta definición. Desde que nacemos hasta los ocho años, amor y hogar fueron palabras  sinónimas. Para muchos de nosotros la palabra hogar significó abandono, rechazo, sufrimiento, ausencia… y esto se va a convertir nivel inconsciente en nuestro concepto del amor.

Y así de esta manera, la definición del verbo amar, es para algunos un esfuerzo y constante de ayudar a la persona amada a ser feliz, de ayudarla a evolucionar en las áreas de su vida y de evitarle, en cuanto sea posible, todo sufrimiento, olvidándose completamente de las propias necesidades y sentimientos en función del otro.

Hay personas que son más vulnerables a las dependencias emocionales. Eso va en la personalidad, en el aprendizaje, en la relación con tus padres y en cómo te hayan educado.

Dependencia emocional.

Pueden pasar largos periodos de tiempo hasta que de pronto nos damos cuenta, de que sufrimos por amor no correspondido, de que a pesar de nuestros esfuerzos por agradar y complacer, nuestra vida sentimental, es un auténtico sufrimiento y lucha por ser amados y reconocidos.

Una vez que tomamos conciencia de nuestras definiciones equivocadas acerca del amor, podemos comenzar a corregir estas definiciones contaminantes que probablemente ya nos han causado mucha amargura.

psicologos valencia terapia de pareja

El apego insano y obsesivo, es el mayor detonante de malestares, y de la  pérdida de autoestima. La culpa siempre está presente en una relación de dependencia emocional y va acompañada también del chantaje.

El dependiente emocional es alguien sumiso desde el punto de vista afectivo

Hay una pérdida de nuestra autosuficiencia emocional, estamos supeditados a alguien hasta el punto de no pensar y actuar por nosotros mismos. Estas relaciones se caracterizan por ser inestables, destructivas y marcadas por un fuerte desequilibrio, donde el dependiente se somete, idealiza y magnifica al otro.

Muchas de las personas que son dependientes emocionales buscan parejas con un carácter dominante, posesivas, autoritarias y déspotas con un perfil psicológico que tiende hacia el egoísmo  y el  narcisismo.

Las personas que la sufren, tienen un gran miedo a estar solas y no pueden concebir su vida si no es al lado de una pareja sentimental.

En todas estas relaciones siempre acaba apareciendo el Síndrome de Abstinencia: «intensos deseos de retomar la relación pese a lo dolorosa que esta haya sido», generando una incapacidad para poder terminar y dar fin a tanto sufrimiento.

¿Cómo son las personas dependientes?

Para saber  si tenemos una relaciones de dependencia y que sufrimos por amor no correspondido, podemos fijarnos en las siguientes características:

  • Baja autoestima: La dependencia emocional tiene mucho que ver con la forma en que una persona se desvaloriza. La falta de autoestima es uno de los factores que pueden considerarse como detonadores de la «adicción al amor no correspondido »
  • No damos prioridad a lo que pensamos, a nuestras necesidades, aficiones y familia, dando mayor importancia a las del otro.
  • Al terminar una relación, buscamos a otra persona para cubrir esas necesidades afectivas. Este miedo a «estar solos» suele llevar a las personas con dependencia emocional a tener muchas relaciones, una detrás de otra.
  • Idealizamos a esta persona, pensando que todo lo bueno que tenemos es gracias a ella, y no a nuestros méritos y esfuerzos.
  • No confiamos en ser dignos de ser amados y valorados.
  • Tu  felicidad se centra en una sola persona. Tenemos un miedo constante a perderle.
  • La relación genera ansiedad. Temes todo el tiempo  que te dejen, lo cual sería una catástrofe porque no te imaginas la vida sin esa persona.
  • Pides perdón incluso, por cosas que no has hecho aunque seas inocente.
  • Tu felicidad depende de algo que está fuera de tu control.
  • Tendencia a culpabilizarte. Piensa que la otra persona lo hace todo bien y tu por el contrario no.
  • Tras la ruptura, sufrimos síntomas similares al síndrome de abstinencia. Intentarás volver una y mil veces con tu ex pareja, de la misma manera que el drogadicto se las ingenia para obtener la droga y volver a consumir .
  • Eres capaz de reconocer el maltrato y el menosprecio que sufres a diario, pero no tienes la capacidad para dejar de estar ‘enganchada/o’ a tu pareja.
  • Tendrás enfrentamientos con amigos y familiares porque insiste en defender tu relación. Los familiares ven el sufrimiento causado por esa relación patológica, y tu te enfrentaras  a ellos y defenderá la situación, llegando a reclamar a tus familiares  que acepten a la otra persona que tanto te hace sufrir.
  • Como persona dependiente crees firmemente que tu pareja es superior y por tanto merece que todo tu entorno reconozca esto y le  den un trato especial, como tu lo haces.
  • Perdida de tu dignidad. Tienes miedo a perder a la persona de la que depende por lo que intentas agradarla por todos los medios.No tienes criterio propio y haces cosas que no quieres No te respeta a ti misma y te somete a los criterios de la persona de la que depende.
  • No tomas decisiones por qué no confías en ti misma
  • Abandonas tus propias responsabilidades personales y laborales a fin de tener el tiempo necesario para complacer las necesidades de tu pareja.
  • Pones excusas como: «Vosotros no lo/la conocéis bien», «Me quiere mucho», «Nadie es perfecto», «Ha sufrido mucho y le han hecho mucho daño, por eso es así, y solo necesita un poco de tiempo y de amor y cambiará», «La culpa es mía también».

Amores imposibles.

¿Qué hay detrás de los amores imposibles? Admiración, necesidad, dolor, amor, cariño, compasión por uno mismo, dependencia emocional… Hay una cantidad infinita de posibilidades para responder a nuestra pregunta.

Desde tiempos inmemoriales, las historias de amores imposibles han llenado nuestros sentidos, nuestras estanterías y nuestras paredes. Los grandes éxitos literarios y artísticos sucumben al dolor de los amores imposibles, esos que fracasan o que, simplemente, nunca sucederán fuera de nuestras mentes.

¿Por qué nos enamoramos de personas que no podemos tener?

Un amor sin salida es realmente agotador, desquiciante y destructor. Pero, por desgracia, parece que nuestra educación emocional no ha sido suficiente para evitar que padezcamos este tipo de calvarios y nos enterremos entre cristales rotos que no harán más que dañarnos.

Quizás sea por culpa del romanticismo que llevamos tan adentro que creemos estar en el camino correcto a pesar de que están hiriéndonos en lo más hondo de nuestro corazón. Pero ¿qué nos pasa? ¿Por qué no podemos dejar de sentir ese impulso, esa atracción fatal? A continuación te presento algunas razones:

1. Por culpa de la ansiedad afectiva

En ocasiones, deseamos y necesitamos tener a alguien próximo, sea quien sea, que nos acompañe y nos reafirme. Esta necesidad genera una gran ansiedad que solo se calma teniendo al objeto de deseo cerca. Mientras esta persona no está, la ansiedad aumenta y aumenta, lo que lleva a quien la padece a buscar de forma constante a “su amado” para calmarse. Como señalan los psicólogos Cindy Hazan y Phillip R. Shaver, esto puede llegar a ser realmente enfermizo.

2. Por nuestro ideal de romanticismo: luchar contra viento y marea

Tal y como decíamos antes, nos han enseñado que en el amor tenemos que comer pan y cebolla. Pero ¿tenemos que tragar con todo y seguir adelante con lo que venga? Si lo hacemos, no es por gusto, desde luego, sino porque nos vemos obligados por nuestras creencias (falsas y dañinas).

3. Porque nos prestan atención

Es simple. Aunque nos cueste creerlo, a veces nos “enamoramos” perdidamente de alguien solo porque nos ha prestado una mínima atención. Esto, como es obvio, responde a multitud de carencias emocionales y a la necesidad de sentirse aceptado.

4. Por querer y por no querer

Por raro que parezca, hay personas que se enamoran de imposibles por evitar la intimidad amorosa. Estas personas, las evasivas, tienden a vivir en ficciones ideales que se mantienen siempre idealizadas. Tal y como indica la psicóloga Linda Hatch: “Buscan relaciones en las que la otra persona las rechazará o las abandonará. Esta es una manera de sentirse ‘seguro’ ante las vulnerabilidades de la intimidad real”, ya que “la cercanía con otra persona se convierte en algo que se percibe como peligroso”.

5. Porque las personas inalcanzables aumentan su valor

Este es el ideal de amor platónico como amor no correspondido. Como afirma Héctor G. Barnés, la lógica es bastante sencilla: “los recursos limitados elevan su precio y los recursos abundantes lo hacen descender”. Al igual que un producto se convierte en lujoso porque no podemos acceder a él, las personas inalcanzables se revalorizan hasta límites insospechados. Por esta razón, ¿qué hay más exclusivo que una persona comprometida que nunca abandonaría su relación? ¿Y más apetecible que una persona a la que todos quieren (por ejemplo un actor o “el guapo de la clase”)?

Se puede afirmar que las personas son más o menos ansiosas

¿Se puede afirmar que las personas son más o menos ansiosas?

Sí. La ansiedad no es sólo una reacción emocional, sino que también puede ser considerada como un rasgo de personalidad. En este caso entendemos la ansiedad como una característica de la personalidad, relativamente estable (a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones), en la que se encuentran diferencias individuales importantes.

Distinguimos entre rasgo de ansiedad y estado de ansiedad. El rasgo de ansiedad se refiere a la tendencia individual a reaccionar de forma ansiosa, mientras que el estado es descrito como un estado emocional transitorio y fluctuante en el tiempo. El nivel de un estado de ansiedad debería ser alto en circunstancias que sean percibidas por el individuo como amenazantes, independientemente del peligro objetivo. La intensidad de un estado de ansiedad sería baja en situaciones no amenazantes, o en circunstancias en que aún existiendo peligro, éste no es percibido como amenazante. Mediante el rasgo de ansiedad evaluamos las diferencias en la disposición para percibir estímulos situacionales como peligrosos o amenazantes, y la tendencia a responder ante tales amenazas con reacciones de estados de ansiedad. El rasgo de ansiedad puede ser considerado como reflejo de las diferencias individuales en la frecuencia y en la intensidad con que los estados de ansiedad se han manifestado en el pasado, y en la probabilidad con que tales estados serán experimentados en el futuro. Las personas más ansiosas, tienen un marcado rasgo de ansiedad, por lo que tienden a percibir un gran número de situaciones como peligrosas o amenazantes, y a responder a estas situaciones amenazantes con estados de ansiedad de gran intensidad.

Diferencias individuales en las manifestaciones de ansiedad

¿Existen diferencias individuales en las manifestaciones de ansiedad?

No, todas las personas no muestran los mismos síntomas, o con la misma intensidad. Por lo general, no se tienen todos los síntomas, sino que cada individuo se ha especializado (por aprendizaje y por predisposición biológica) en sus propias respuestas típicas de ansiedad. Así, por ejemplo, mientras que unos individuos sufren mucha tensión muscular (hasta el punto de que alcanzan con frecuencia fuertes dolores de cabeza), para otros éste no es el problema (apenas presentan dolores de cabeza), pero sí pueden serlo las molestias gástricas, o las dificultades respiratorias, etc.

Por lo general, cualquier individuo sabe cuál es el tipo de síntoma físico que predomina en él cuando se encuentra en una situación que le provoca una fuerte reacción de ansiedad.

A esta especialización contribuyen factores biológicos. Por ejemplo, algunos individuos sudan abundantemente desde que nacen y otros no. Las diferencias en la respuesta de sudoración se harán mayores en situaciones que provoquen altos niveles de ansiedad. Pero también contribuyen factores de aprendizaje (culturales, psicológicos, etc.) Por ejemplo, en el caso de las respuestas fisiológicas, como es el caso de la sudoración, aquellos individuos que están preocupados por su respuesta diana («los demás notarán que sudo mucho»), incrementan involuntariamente la tasa de dicha respuesta, convirtiéndose así en unos «verdaderos especialistas» en provocar esta respuesta con una altísima intensidad.

En el estudio de las diferencias individuales en las manifestaciones de ansiedad cabe mencionar las encontradas, de manera notable, entre varones y mujeres. Las mujeres se muestran más nerviosas.

Las mujeres puntúan más en los test de ansiedad y presentan unas tasas de prevalencia en los trastornos de ansiedad mucho más elevadas. Las mujeres, por lo general, duplican a los varones en el porcentaje de personas afectadas por los trastornos de ansiedad. Tan sólo en la fobia social y el trastorno obsesivo-compulsivo se rompe esta tendencia.

Estas diferencias entre varones y mujeres pueden ser en parte culturales (las mujeres presentan mayor facilidad para expresar emociones negativas), pero sin duda obedecen también a razones biológicas, principalmente de tipo hormonal. Algunas mujeres padecen un fuerte síndrome premenstrual, con altas manifestaciones de ansiedad, ira, irritabilidad, tristeza, etc., los días previos a su menstruación. Los cambios en el estado de ansiedad de estas mujeres pueden obedecer a ciclos, como su ciclo menstrual, o las estaciones (con incrementos de ansiedad y otras emociones negativas en primavera y otoño).

Emociones y decisiones. Interpretación de los hechos.

Hechos, juicios, emociones y decisiones

Una cosa son los hechos, otra el juicio que hacemos sobre los mismos, algo diferente es la emoción que sentimos por los hechos o juicios, y un cuarto elemento son las decisiones que tomamos basadas en la mezcla de los hechos, juicios y emociones. Los cuatro elementos de la cadena se influyen, pero no de una forma automática y determinista.descarga

La experiencia no es tanto lo que nos pasa, sino la interpretación – a través de juicios – de lo que nos pasa.

La gran conquista de los humanos es la introducción en la cadena de un juicio que añada valor, que sirva más al propósito de la persona y que no esté encadenado totalmente al hecho en sí.

El juicio nace del uso del córtex (el cerebro más moderno, el más racional) y permite tener una visión más de conjunto, un enfoque más “inteligente” de las cosas de forma que siempre tengamos una cabeza bien amueblada.

Por esta razón si la interpretación de un hecho nos reporta algún tipo de sufrimiento es que razonamos desde una mente poco desarrollada. Por el contrario, si nos trae alguna de las emociones positivas no cabe duda de que actuamos desde una mente desarrollada.

La alternativa a un juicio ponderado es el gatillazo emocional. La cadena es conocida: un hecho negativo, un juicio que lo amplifica, sobrerreacción emocional y decisiones de baja calidad. Técnicamente se llama el “secuestro amigdalar”. La amígdala secuestra la razón y deja a las emociones actuar a sus anchas.

La estructura mental de las personas se deja ver en la calidad de los juicios que hacen

La repetición de juicios sobre las cosas genera hábitos o estilos explicativos. Son la forma, o el modelo, con el que tendemos a explicarnos las cosas que nos rodean. Los hay mejores o peores. No siempre son fruto de la inteligencia innata de la persona, sino de la manera en la que nos acostumbramos a pensar.

Los peores estilos explicativos son el pesimismo, la pasividad, el “saberlo todo” y la falta de integridad. Estos hábitos bloquean las capacidades personales, ya que disparan las emociones de bajo valor añadido y por tanto predisponen a las decisiones menos inteligentes.

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Los mejores estilos explicativos son el optimismo, la proactividad, la curiosidad intelectual y el interés por las cosas de los demás. Estos estilos explicativos facilitan los juicios sobre la realidad que favorecen las buenas emociones y las decisiones mejores.

Un buen juicio amplía las alternativas en las que se basan las decisiones que se toman. El juicio permite que la emoción sentida por los hechos no sea una reacción emocional primitiva, sino un sentimiento, que es una emoción más refinada y controlable por una razón más evolucionada.

Las emociones “brutas” anulan o expulsan al juicio o al sentimiento de la cadena de hechos-juicios-emociones-decisiones. Sólo hay que fijarse en la conducta de algunas personas en un estadio de fútbol o en la obcecación que produce un buen enfado. Se podría por tanto afirmar que cuánto más alta es la emoción más baja es la razón… y más pobres las decisiones que tomamos.

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Cortisol vs. DHEA. La guerra de las hormonas

Controlar las emociones disminuye el Cortisol y aumenta la DHEA.

El cortisol es la hormona del estrés malo. La DHEA es la hormona de la vitalidad y del freno al envejecimiento. Las dos hormonas están en guerra. Si gana el cortisol la vida está abocada al fracaso. Si gana la hormona DHEA, la felicidad está bien encauzada.

La razón está en que la felicidad no es otra cosa que el porcentaje del tiempo en el que disfrutamos de buenas emociones y por tanto de buenos momentos. La felicidad es la victoria de la DHEA sobre el cortisol. El cortisol, además, es una especie de bomba de relojería que inyectamos en la sangre. Es pan para hoy, hambre para mañana.frustracion_laboral

A emociones más intensas, inteligencia menos productiva

La guerra del cortisol contra la DHEA o dehidroepiandrosterona se libra en una parte del cerebro llamada amígdala, la gran controladora de nuestras emociones.

Es un radar que escanea la realidad detectando si hay situaciones de amenaza con respecto a nuestras necesidades emocionales básicas (seguridad, variedad, singularidad y conexión) y dictamina en forma de emociones positivas (si la realidad escaneada es normal) o negativas (si la realidad escaneada supone un peligro)

La amígdala tiene la llave para hacer que pongamos cabeza para resolver los problemas a los que nos enfrentamos; o bien nos deja a los pies de nuestras emociones más instintivas y primitivas.

Si la amígdala detecta una situación “rara” en el entorno que escanea, dispara una emoción negativa intensa (la más habitual es el miedo, pero puede ser también la ira, la tristeza, el aburrimiento, etc.) que a la vez inyecta un chute de cortisol al cuerpo para ponernos en situación de alerta.shutterstock_116612623

Un efecto de este proceso es que “sale” sangre del córtex (la parte del cerebro donde está el juicio, el control, la ecuanimidad, la sensatez, la visión periférica, etc.) para llevarla a los músculos. El resultado de todo ello es que la mente entra en visión de túnel y se centra en exceso en el objeto que ha causado la alerta, trayendo a la mente más información negativa, que además intensifica la emoción negativa, con lo que se inyecta más cortisol, etc.

Como consecuencia entramos en un bucle negativo que además de hacernos torpes en la toma de decisiones, nos envejece y nos resta vitalidad. Se puede decir que cuando sentimos una emoción intensa (especialmente si es negativa) la capacidad intelectual disminuye (temporalmente) en la misma medida.

Las emociones juegan un papel decisivo en la vida, ya que en ellas radica una parte sustancial de la calidad con la que vivimos. Las emociones también predisponen a que tomemos un tipo de decisiones u otras; por tanto, nos hacen más o menos inteligentes.

Por ejemplo, el miedo predispone a la huida o a la parálisis; la ira, al ataque; y la tristeza, a la inacción. Por el contrario, la sorpresa invita al descubrimiento y la curiosidad; la alegría al disfrute de la vida y el amor a la generosidad y al servicio.

El cortisol es una hormona que puede ser útil para el corto plazo; un estado de alerta ante un peligro puede ser beneficioso, pero que tiene un impacto letal a la larga. El cortisol enrarece el carácter, quita vitalidad y envejece al organismo. Mucha pérdida para tan poca ganancia.optimismo

La hormona anti-estrés se llama DHEA. Es la que nos ayuda a mantener la vitalidad y la que retrasa el envejecimiento. Es una hormona que nos permite razonar con amplitud de miras (ver soluciones y no problemas) y nos “cuida” los órganos del cuerpo. Aunque podemos incrementarla en nuestro organismo mediante suplementos alimenticios, siempre será mucho mejor hacerla crecer a través de actos de agradecimiento, reír, bailar, hacer deporte, etc. La DHEA o dehidroepiandrosterona se crea también a través de emociones positivas como la sorpresa, la alegría, el amor, etc.