La nutrición y el sexo por Sexólogos y Sexólogas Valencia.
Para comenzar, seguro que todos habéis oído eso de la “dieta del cucurucho”, cuyo fundamento se basa en el gasto energético que se deriva del acto sexual, digámoslo así.
Y sumado al gasto energético del ejercicio físico que esta amorosa actividad implica, está el efecto de las endorfinas con una consecuencia directa en la reducción de la ansiedad, y por extensión a la reducción de comportamientos compulsivos ante la alimentación.
El caso es que, en lo que a mi respecta como profesional de la salud, salud sexual y sexólogo, mientras se realice ejercicio físico y se mantenga una relación saludable con la comida, que cada uno administre su gasto energético en esta modalidad como quiera, o como pueda....
Mito de los alimentos afrodisíacos.
Otro nexo común son los alimentos afrodisíacos, mucho se ha escrito sobre estos y su poder como estimulante de la actividad sexual o mejora de esta. Los hay para todos los gustos: cacao, canela, ginseng, alcohol, azafrán, ostras… Su utilización se remonta a siglos atrás, a los egipcios les siguieron los romanos, los árabes y los griegos, de quienes heredaron su nombre, a propósito de la diosa Afrodita. Bien, pues, siento deciros que la americana FDA (Food and Drugs Administration) desestima cualquier relación entre alimentos y estimulación sexual, atribuyendo la posible causalidad a un efecto placebo, cuyas propiedades se han ido haciendo populares por el contexto social del momento o supercherías que se van haciendo grandes como bolas de nieve. El caso es que, al igual que el famoso cucurucho, si la excusa nos vale para estar más contentos, hacer más actividad física y aumentar el consumo de determinados micronutrientes (vitaminas y minerales muy concretos)... disfrutar de una buena comida...
Alimentación y Salud Sexual.
Caso diferente al de los alimentos afrodisíacos es el de los micronutrientes más implicados en una vida sexual saludable, cuya presencia o ausencia puede inducir a una mala respuesta sexual. Entre los destacados se encuentran:
Zinc: implicado en el crecimiento y la maduración sexual, entro otros procesos. Presente principalmente en semillas, cacao y ostras, quizá este sea el origen del archiconocido binomio ostra y sexualidad.
Ácido fólico: tradicionalmente recomendado a las mujeres embarazadas o antes incluso del que se produzca el embarazo para quienes lo buscan, pero se desconoce la importancia de unos niveles adecuados en el hombre para el mantenimiento de una buena calidad espermática.
Antioxidantes: implicados por la mejora de la circulación sanguínea, el aumento de la líbido, o incluso en la prevención de la disfunción eréctil.
Todos estos y otros micronutrientes son imprescindibles, y es por ello que los fabricantes de suplementos dietéticos elaboran preparados con la promesa de una mejora en la vida sexual, poniendo en algunas ocasiones en riesgo, la vida de quienes los toman. En el caso de sufrir alguna anomalía debe de acudirse al sexólogo o sexóloga para recibir el tratamiento adecuado.
Para alcanzar unos valores saludables de todos ellos basta con mantener una dieta completa y equilibrada, con una alta presencia de frutas y verduras frescas, en detrimento de alimentos muy grasos con alto grado de procesamiento industrial, ya que es en los primeros donde abundan las vitaminas y minerales citados, mientras que un consumo elevado de los segundos supone un aumento significativo del daño oxidativo, que además de afectar al estado de salud general, lo hace con la salud sexual.
Un caso particular es el de la ingesta energética, ya que una dieta demasiado extracta, o una ingesta calórica insuficiente, puede repercutir en la respuesta sexual, por una lado, por no suministrar la cantidad suficiente de los nombrados nutrientes, y por otro por un fenómeno de ahorro, en el que el organismo reduce la energía que pone en juego para la actividad sexual reservándola para el propio mantenimiento de las funciones vitales.
Es frecuente encontrar quienes tras dietas desequilibradas con una restricción energética fuerte y la supresión de determinados grupos de alimentos observan un descenso en sus capacidades sexuales.
En los hombres se manifiesta con un descenso de la vigorosidad y en mujeres, afectando a la fertilidad, con alteraciones del ciclo menstrual. Una vez más, insisto en la importancia de ponerse en manos de profesionales cualificados.
Estado nutricional y fertilidad.
Diversos estudios (esta vez infinitamente más serios que los del inicio del artículo) han evaluado la calidad seminal según diferentes parámetros, tales como: la concentración de espermatozoides, la motilidad de los mismos y la normalidad de su morfología; y su relación con el IMC, el porcentaje de grasa o el nivel de adiposidad (según estudio).
Existe una correspondencia entre un IMC elevado y baja concentración de espera.
También entre unos índices bajos de morfología normal y concentración espermática y adiposidad. Quedando descartada la relación entre motilidad y adiposidad.
En resumidas cuentas, se estima entre un 10-20% de reducción de calidad del esperma en hombres con sobrepeso.
Otros estudios citan que hay una diferencia significativa entre pacientes con un IMC normal y aquellos que cursan Síndrome Metabólico en cuanto a la capacidad reproductiva de su semen.
Más discutida es la razón que lo causa: algunos estudios hacen referencia al daño oxidativo en las células que la obesidad implica, la ausencia de antioxidantes en dietas obesogénicas, o la alteración hormonal que esta situación genera en los adipocitos y la regulación hormonal general.
Como conclusión, con una dieta equilibrada con gran presencia de alimentos frescos aseguraremos los niveles de micronutrientes claves en la salud sexual, una dieta de estas características es la única que ayuda directamente al mantenimiento correcto del peso, a una adecuada salud cardiovascular y de forma indirecta al patrocinio de una buena salud sexual. Y para todo lo demás, si en este caso los mitos nos aseguran la generación de más cantidad de sonrisas, solo por esta vez, os permito no DESNUTRIR MITOS.
Definimos en estrés psicológico como un estado de cansancio mental provocado por la exigencia de un rendimiento muy superior al normal; suele provocar diversos trastornos físicos y mentales. Biológicamente lo definiremos como un conjunto de alteraciones que se producen en el organismo como respuesta física ante determinados estímulos repetidos, como por ejemplo el frío, el miedo, la alegría, etc.
Se considera estrés al mecanismo que se pone en marcha cuando una persona se ve envuelta por un exceso de situaciones que superan sus recursos. Por lo tanto, se ven superados para tratar de cumplir con las demandas que se le exigen para superarlas. En estos casos, el individuo experimenta una sobrecarga que puede influir en el bienestar tanto físico como psicológico y personal.
Las causas que pueden ocasionar el estrés son muchas, pero el estrés no tiene por qué ser malo, también hay estrés positivo. En estas circunstancias el estrés actúa como un proceso general de adaptación de los individuos al medio. Por ejemplo, el estrés puede aparecer cuando alguien tiene frío tensando los músculos para producir calor cuando se produce un esfuerzo para hacer la digestión o cuando alguien se duerme menos para estudiar.
Síntomas del estrés
El estrés puede causar muchos síntomas, tanto físicos, como psicológicos y emocionales. Muchas veces los afectados no relacionan los signos con el propio estrés, los más frecuentes son:
Dolor de cabeza: es el tipo más frecuente, todo el mundo ha tenido dolor de cabeza alguna vez. El más común es el dolor de cabeza tensional (provocado por la tensión muscular que ejercemos sobre la cabeza, la mandíbula y el cuello entre otros), generado por el estrés o la ansiedad de forma habitual.
Mala memoria.
Diarrea (exceso de heces acuosas y blandas) o estreñimiento o dificultad para eliminar heces.
Falta de energía o de concentración: la gente se centra tanto en un tema, que le cuesta prestar atención al resto de cosas, perdiendo de ese modo parte de la concentración.
Cambios de la conducta.
Problemas de salud mental: como ansiedad o depresión.
Problemas cardiovasculares y musculoesqueléticas: cuando el estrés se prolonga mucho tiempo.
Cambios en el peso: generado por los malos hábitos alimentarios vinculados con el estrés. Los cambios de apetito suelen ir acompañados habitualmente de un estilo de vida sedentario.
Problemas estomacales.
Cansancio constante y prolongado.
Problemas a nivel sexual: el cansancio generado por el estrés puede prolongarse provocando problemas en muchos ámbitos de la vida, incluido el sexo.
Rigidez en la mandíbula y el cuello: que puede ocasionar dolores de cabeza.
Insomnio o exceso de sueño: la dificultad para conciliar el sueño es una causa frecuente de estrés, afectando tanto a la cantidad como a la calidad del sueño.
Desgaste a nivel celular y envejecimiento: con el descanso se puede recuperar y hacer reversible el proceso de desgaste por estrés. Si alguien no duerme de forma continuada evitará en un estado de hiperactividad continuado y se le acumularán los sucesos estresantes. En estos casos, la persona afectada puede llegar a tener problemas de salud, tanto físicos y como mentales.
Estrés y salud intestinal.
Más allá de una dieta deficiente, muchos otros factores del estilo de vida pueden aumentar enormemente tu nivel de estrés, como el sobreentrenamiento, no dormir lo suficiente, o no incluir suficiente placer en tu vida diaria.
Muchas investigaciones han demostrado cómo el estrés causa desregulación del cortisol y el subsiguiente aumento de peso, alteraciones del sueño, e incluso una reducción de la vida de las personas.
El estrés también juega un papel importante en la salud de uno de nuestros sistemas de órganos más importantes: el intestino.
La palabra estrés es un término amplio, y puede referirse a cualquier amenaza real o percibida para la homeostasis de un organismo, provocando respuestas adaptativas para ayudar a mantener el equilibrio interno.
El intestino es especialmente vulnerable a la presencia de estrés crónico (e incluso agudo), demostrando cambios inducidos por el estrés en la secreción gástrica, motilidad intestinal, permeabilidad de la mucosa y función de barrera, sensibilidad visceral y flujo sanguíneo de la mucosa. http://www.jpp.krakow.pl/journal/archive/12_11/pdf/591_12_11_article.pdf
También ha habido pruebas que sugieren que la microbiota intestinal puede responder directamente a las señales del huésped relacionadas con el estrés. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/20941511
Hay que tener en cuenta la importancia del eje cerebro-intestino y su papel en la salud. Así pues, la mucosa intestinal está atravesada por el plexo mientérico, que es una red de fibras nerviosas y cuerpos celulares neuronales que son influenciados por la señalización del cerebro.
En este sentido, el intestino es una parte integral del sistema nervioso, por lo que el cerebro puede afectar fácilmente la función intestinal. Reconocemos nuestra conexión cerebro-intestino como una “sensación intestinal”, que puede variar desde “mariposas” en el estómago hasta náuseas inducidas por la ansiedad. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10737059
Los cambios bioquímicos que ocurren en tiempos de estrés tienen un impacto significativo e inmediato en la función intestinal.
Una familia de péptidos llamados factores liberadores de corticotropina (FRC) son responsables de coordinar la respuesta del cuerpo al estrés, y los FRC tienen efectos potentes sobre el intestino a través de la modulación de la inflamación, el aumento de la permeabilidad intestinal, la contribución a la hipersensibilidad visceral, el aumento de la percepción del dolor y la modulación de la motilidad intestinal.
Esta hormona afecta el eje hipotalámico-pituitario (HPA) para estimular eventualmente la secreción de cortisol de las glándulas suprarrenales.
El estrés no sólo afecta la función fisiológica del intestino, sino que también se ha demostrado que en realidad causa cambios en la composición de la microbiota, posiblemente debido a los cambios en los niveles de neurotransmisores y citoquinas inflamatorias.
La exposición crónica al estrés puede llevar al desarrollo de una variedad de enfermedades gastrointestinales como reflujo gastroesofágico, úlcera péptica, la enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, el síndrome del intestino irritable e incluso alergias alimentarias.
Estudios experimentales han demostrado que el estrés psicológico retarda el tiempo normal de tránsito del intestino delgado, estimula el crecimiento excesivo de bacterias e incluso compromete la barrera intestinal. (56) Por lo tanto, el estrés crónico puede desempeñar un papel importante en el desarrollo del sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) y del síndrome del intestino permeable. https://gutpathogens.biomedcentral.com/articles/10.1186/1757-4749-3-1
Las 7 conclusiones a tener en cuenta desde ahora...
Sanar el intestino, reducir la inflamación y proporcionar una variedad diversa de bacterias amigables puede hacer una gran diferencia en la susceptibilidad de su intestino a los efectos negativos del estrés.
Tomar aceite de hígado de bacalao y probióticos regularmente puede tener una diferencia significativa en tu resistencia general al estrés.
Dicho esto, cabe decir que un componente importante de un estilo de vida saludable debe incluir técnicas de reducción del estrés.
Centrarse en reducir el estrés es un componente clave para la pérdida de peso, la longevidad y la salud mental.
El estrés puede incluso causar síntomas de hipotiroidismo como aumento de peso, oscilaciones de azúcar en la sangre, fatiga, disminución de la inmunidad y trastornos del sueño.
Recomendamos encarecidamente que si hay problemas con este tipo de síntomas evalúes el nivel de estrés en tu vida, e incorpora diferentes estrategias para minimizar el estrés de forma regular.
Hay muchas maneras de mitigar los impactos del estrés, incluyendo la meditación, el yoga, el “Tai Chi”, respiración profunda, jugar y pasar tiempo en la naturaleza, por nombrar algunos.
La vida sexual en tu relación con el paso de los años puede ser afectada por malos hábitos los cuales se involucran no sólo en tu desempeño, sino también en tu salud.
La sexualidades una parte importante del ser humano, donde el amor, el afecto y la confianza se involucran, lo que contribuye al bienestar de las personas; sin embargo, existen enfermedades y trastornos que pueden afectar la salud sexual. No dejes que te suceda y conoce qué hábitos mejoran la salud sexual.
Hábitos que mejoran tu salud sexual
1. Hacer ejercicio. De acuerdo con la Universidad Faith, en Ankara (Turquía), practicar ejercicio de forma regular puede contribuir a mejorar el flujo sanguíneo en el clítoris y potenciar así la función sexual femenina.
Evita que eso te suceda, dejar de fumar reduce el envejecimiento prematuro en las arterias del pene.
3. Una alimentación saludable. Diversos estudios demuestran que un alto consumo en carbohidratos de origen procesado y de azúcares generan altos niveles de insulina lo que ocasionará desajustes hormonales influyendo así en nuestra respuesta sexual, tanto en la mujer como en el varón
Enfermedades como la diabetes, problemas cardiovasculares y la salud sexual, se ven incrementadas por una alimentación poco saludable.
4. Uso de anticonceptivos. De acuerdo con el Centro Nacional para la prevención y el control del VIH y el SIDA (Censida), en México existen alrededor de 183 mil personas portadoras del virus de VIH-SIDA.
5. Medita. Si eres de las personas que no creen en los beneficios que tiene la meditación u otras técnicas de relajación como el yoga, es momento de que te atrevas a practicarlo.
6. Conoce tu cuerpo. La falta de información en torno a la sexualidad y nuestro cuerpo afecta constantemente la salud sexual de las personas.
Crea el hábito de informarte, de esa forma aprenderás a conocer tu cuerpo y todo lo relacionado a éste; disfruta tu vida y cuida tu salud sexual.
7. Una buena higiene. Infinidad de veces has escuchado la importancia que tiene la higiene en nuestras vidas, desde los alimentos que consumimos hasta nuestro cabello.
Un cuerpo limpio es un cuerpo sano, la higiene en tus partes íntimas te ayudará a evitar infecciones. ¡Cuídate!
Los buenos hábitos mejoran la salud sexual, y además te ayudan a revivir la pasión en tu relación. Atrévete a cambiar tus hábitos y mejora tu vida.
La relación que existe entre el estrés y la obesidad es mucho mayor de lo que en un principio nos podríamos imaginar. Generalmente, ante una situación comprometida o estresante el cuerpo aumenta la producción de ACTH (corticotropina) y de cortisol, la cual a su vez propicia una mayor liberación de glucosa por parte del hígado (gluconeogénesis) y de ácidos grasos procedentes del tejido adiposo, de este modo contamos con los suficientes sustratos energéticos para hacer frente a dicha situación; una vez resuelta, los niveles volverían a la normalidad.
Pero cuando la situación estresante es mantenida en el tiempo se propiciaría una serie de alteraciones que podrían llevarnos de cabeza, en primer lugar, al sobrepeso y luego más tarde a la obesidad, la cual, además tiene la capacidad de retroalimentar dicho estado. Efectivamente, ante una situación estresante los niveles de cortisol segregados suelen ser proporcionales a la cantidad de tejido adiposo que se posea, resultando muy difícil salir de esta espiral una vez alcanzado un cierto sobrepeso, como veremos a continuación.
¿cómo puede inducir la obesidad el estrés?
Pero, ¿cómo puede inducir la obesidad el estrés?. Bueno, el estrés hace que se aumenten los niveles de cortisol en sangre, el cual tiene la facultad de inhibir algunas hormonas como la GnRH (Hormona liberadora de gonadotropina) , GH (Hormona del Crecimiento), TRH (hormona liberdadora de Tirotropina) y TSH (tirotropina); esta menor concentración de GH y TSH sugiere una mayor tendencia al sobrepeso, la primera por anulación de la acción lipolítica de dicha hormona; y la reducción de la TSH propiciaría una reducción del metabolismo, además el cortisol también parece deprimir la función de la enzima 5' deiodinasa que es la encargada de convertir la hormona T4 que es parcialmente activa en la T3, totalmente activa. Pero además de la inhibición parcial de esta serie de hormonas que favorecerían un ambiente adiopogénico, habría otra hormona involucrada en el metabolismo energético que igualmente sería disminuida por el cortisol, me refiero a la leptina, en este sentido, el descenso de los niveles de leptina darían una información sesgada al cerebro de las verdaderas reservas de tejido adiposo. La leptina es una hormona que induce a nivel central una serie de transformaciones tendentes a reducir la ingesta y aumentar el gasto. Si la información que recibe el hipotálamo no se corresponde con la realidad, la respuesta será ajustada a esa falsa información, interpretándose por ello que existe una menor cantidad de tejido adiposo del que en realidad se tiene, esta inhibición de la leptina finalmente propiciaría igualmente el aumento de nuestro tejido adiposo.
Esto significa que una persona que padece estrés crónico estaría más condicionado que una persona sin estrés a aumentar su tejido adiposo. Pero además el estado de obesidad, cuando es alcanzado, es perpetuado, precisamente, por el desajuste del eje HHA (hipotálamo-hipófisis-adrenal), donde los niveles de cortisol siempre estarían regulados al alza, lo que implicaría una mayor tendencia a la obesidad abdominal, la cual además, sobreexprea dos enzimas claves en el proceso adipogénico la aromatasa, que disminuyen los niveles de testosterona y aumenta los de estrógenos, y la 11ß HSD-1, que recicla la cortisona (inactiva) en cortisol, complicando aún más este proceso.
En resumen, el estrés crónico es una situación que puede conducirte progresivamente al estado de obesidad, ahora bien, disminuir nuestro tejido adiposo no puede ser llevado a cabo si antes no se logra desactivar, precisamente, el eje HHA, y reducir así, los altos niveles de cortisol en sangre. Vale, ¿y como disminuimos el estrés?. Podríamos decir que relajándonos, ¿verdad...?, esto quiere decir, que si realizamos de manera controlada y constante sesiones de relajación-meditación podríamos llegar a perder el peso superfluo, ¿verdad?, me temo que NO; la cosa no es tan sencilla. Está claro que si los niveles elevados de cortisol se asientan como una posible causa de nuestro sobrepeso, silenciarlos traerá, al menos, un ambiente hormonal más proclive a la pérdida de peso, pero sin duda no será suficiente. Además de gestionar nuestro estrés para disminuir el cortisol, debemos reducir las calorías y aumentar el gasto. Entonces, ¿ya tenemos los tres pilares más importantes?,sí, relajación, ejercicio y dieta. Pero nuevamente, la excesiva simplificación podría añadir nuevos problemas...Todos debemos saber que la dieta y la actividad física pueden por sí misma ser un foco de estrés muy importante. Está claro que realizar ejercicios de relajación resultará positivo para disminuir el cortisol y así incentivar la pérdida de peso, pero si el ejercicio físico realizado y nuestra nueva dieta no están perfectamente planificada podrían elevar la tensión nuevamente de nuestro organismo.
Efectivamente, cualquiera que sea la dieta que hagamos nunca debería ser excesivamente reducida en calorías, y tampoco muy baja en hidratos, porque los bajos niveles de glucosa en sangre, propiciados por la restricción calórica o la implementación de ayunos, podrían perpetuarnos en el sobrepeso, precisamente por la elevación de los niveles de cortisol, y aunque realmente tengamos una voluntad de hierro para continuar con ese déficit calórico y restricción hidratos de carbono, el resultado no sería el que nos hubiese gustado..; habría que añadir que el aumento de la gluconeogénesis hepática, principalmente a expensas de los aminoácidos musculares y la redistribución grasa, con una mayor acumulación en la zona abdominal, nos dejaría un aspecto, en definitiva, bastante antiestético, pero además con muchas papeletas para sufrir "el efecto rebote" en cualquier momento. La reducción de nuestro tejido adiposo debe ser progresiva, y no se debería empezar a realizar con versiones bajas en hidratos o ayunos intermitentes hasta que no haya pasado un tiempo prudencial; a medida que vamos perdiendo el tejido adiposo, estaríamos más capacitados para proseguir con el proceso de pérdida, tal vez reduciendo algo más los carbohidratos, y realizando algunos días de ayunos de 16 horas, por ejemplo.
Pero lo dicho con la dieta podría ser de aplicación a lo realizando con el ejercicio físico. El exceso de actividad física, o el entrenamiento extenuante podría originar un exceso de cortisol que se opondría, como ya hemos visto, al proceso de pérdida de grasa. Por tanto, el ejercicio aeróbico suave, y la alta intensidad breve y esporádica es la única forma de mantener unos niveles controlados de este glucocorticoides, evitando la alteración hormonal que conlleva.
Ahora bien, el aumento de colesterol experimentado por algunos, podría ser perfectamente explicado precisamente por la elevación del cortisol, que a su vez podría derivar del tándem: encarnamiento extenuante y dieta restrictiva. Esto es algo que ha podido ser comprobado en algunos estudios, en los que se pudo ver que un entrenamiento exigente, junto a una dieta hipocalórica (1000-1200 kcal/día) y la falta de sueño (otro factor estresante), y a pesar de lograr disminuir la masa grasa corporal, hubo una serie de colaterales como fueron: descenso de los niveles de testosterona, de IGF-1(Factor de crecimiento similar a la insulina), y de hormonas tiroideas, mientras que el colesterol aumentó 158 ± 31 a 217 ± 39 mg/dl, esto en definitiva, nos sugiere que en el largo plazo, nos acercaría, sin duda, al sobreentrenamiento, a la pérdida de masa muscular, a la redistribución de la grasa de predominio abdominal, y a una serie de efectos deletéreos en nuestra salud.
Podemos decir, a modo de resumen, que el estrés emocional si no es canalizado adecuadamente puede conducirnos con el tiempo al sobrepeso y a la obesidad, debido a la alteración hormonal que ocasionan los niveles elevados de cortisol (hormona del crecimiento, leptina, testosterona, IGF-1, etc,)en esta situación, revertir el sobrepeso requiere precisamente actuar sobre el agente causante, pero la propia dieta y el ejercicio físico suponen un estrés añadido que podría dinamitar completamente el proceso de pérdida de peso (hay más situaciones estresantes, entre ellas, la falta de sueño). Es por ello, que debemos actuar con sumo cuidado, siendo poco restrictivos al principio para ir aumentando los efectos de la dieta y el ejercicio a medida que somos capaces de disminuir el sobrepeso y controlar el estrés emocional que siempre estará presente.
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