Trastorno de personalidad antisocial

TRASTORNO DE PERSONALIDAD ANTISOCIAL: QUÉ ES, SÍNTOMAS Y CARACTERÍSTICAS.

Es frecuente confundir el termino antisocial y atribuirlo a cualquier persona que no se sienta perteneciente a un contexto social, que sea retraído o que simplemente se aísle de los grupos, en realidad cuando mencionamos estas características no nos estamos refiriendo al trastorno antisocial de la personalidad sino a un rasgo de la personalidad asocial o introversión.

Durante muchos años el término antisocial ha sido utilizado de una manera errónea por el mismo contexto social, actualmente los psicólogos y los manuales de criterios diagnósticos de la personalidad, le han dado una mayor importancia a definir de una mejor manera los diferentes trastornos con sus respectivos síntomas y criterios.

Todo lo que debes saber sobre el trastorno de personalidad antisocial (TAP)

El trastorno antisocial de la personalidad era conocido anteriormente como sociopatía, un término que podría resultar un tanto familiar y es que el mismo era implementado para todas aquellas personas que no compartían una empatía social como la mayoría deberían hacerlo, un claro ejemplo eran los adolescentes anarquistas que se sentían participantes de una pandilla o grupo social, al momento de realizar acto de vandalismo contra las propiedades y normas sociales.

conducta antisocial adolescentes

Ahora que sabemos de donde proviene el termino antisocial, la siguiente pregunta que nos formulamos es ¿Qué son los trastornos de personalidad? Y para ello es necesario que continúes leyendo y así profundizar más en el tema de los trastornos de personalidad y cuáles son las características de las personas con trastorno antisocial.

Qué es el trastorno de la personalidad antisocial.

Antes de comenzar a desglosar las características y la definición completa del trastorno de personalidad antisocial, debemos comprender que es un trastorno de la personalidad y cuáles son sus criterios diagnósticos para determinar si una persona la sufre o no. Para comenzar debemos definir que es la personalidad, y como bien sabemos son todos aquellos rasgos que nos diferencias de otras personas, podríamos mencionar nuestro carácter, emociones, composición fisiológica, inteligencia, temperamento y motivación, ciertamente no existe nadie igual a otro, pero existen normas sociales que somos capaces de respetar para llegar a una convivencia plena y armoniosa entre los seres humanos.

Entonces al determinar que una persona sufre de un trastorno de personalidad, el mismo debe presentar ciertos síntomas que no son comunes y atentan contra la personalidad del individuo o de los demás.

Dentro de los trastornos de personalidad que se incluyen en el manual tenemos:

  • Trastorno Narcisista de la personalidad
  • Trastorno Paranoide de la personalidad
  • Trastorno Esquizoide de la personalidad
  • Trastorno Esquizotipico de la personalidad
  • Trastorno Límite de la personalidad
  • Trastorno Histriónico de la personalidad
  • Trastorno Antisocial de la personalidad

En lo referente al trastorno antisocial de la personalidad, podemos definir el mismo como una alteración de la personalidad que se hace presente en el individuo a partir de los 18 años de edaden donde el mismo es incapaz de sentir remordimiento por las normas, leyes, propiedad o vida ajena. Solo con el fin de complacer sus propias necesidades es capaz de cometer actos delictivos aun sabiendo que representa un mal acto por parte de él.

Es necesario puntualizar que para ser diagnosticado con trastorno antisocial, la persona debe ser mayor de 18 años de edad, pues se han visualizado los mismos síntomas en personas menores a 15 años de edad y en este caso es categorizado dentro de los trastorno de conducta bajo el termino de trastorno disocial y solo puede ser diagnosticado en jóvenes menores de 18 años.

Características de las personas con trastorno antisocial de la personalidad.

Los criterios estadísticos de las características de las personas que sufren de trastorno antisocial de la personalidad se basan en el DSM-IV y el CIE-10, sin embargo, los dos manuales coinciden en diversas características que presentan las personas que sufren de este trastorno de la personalidad, a continuación presentamos las características más importantes:

Irresponsabilidad: tanto en el trastorno de conducta disocial en los niños como en los adultos luego de los 18 años de edad, se presenta la irresponsabilidad ante las normas, tareas en el hogar, a nivel académico y laboral, estas personas tienden a pasar por alto cualquier nivel de responsabilidad que tengan en su vida, inclusive cumplir con una relación amorosa o de amistad, esto conlleva a la siguiente característica.

Personalidad antisocial

Pocas habilidades sociales e interpersonales: aunque parezca obvio en este trastorno las personas con trastorno antisocial no tienen una excelente relación con sus allegados, familiares o parejas, creen que su forma de actuar (antisocial) es la mejor aun sabiendo que pueden actuar y cumplir sus propósitos de una manera diferente (más sociable). Por ejemplo: prefieren robar dinero de la cartera de su madre que simplemente pedirlo, la sensación de culpa o inferioridad ante las normas sociales representan una inconformidad para las personas con este trastorno de la personalidad.

Se niegan rotundamente a cooperar: como ya mencionamos anteriormente, el hecho de comunicarse, dialogar, llegar a acuerdos o simplemente cooperar, es en sí una falta grave para su propia personalidad, prefieren que las cosas se hagan de la manera en que ellos esperan que se realice y de la misma forma esperan que los demás se humillen ante las decisiones tomadas por ellos.

Siempre tienen la razón: uno de los pensamientos distorsionados de mayor frecuencia es el tener razón, esto imposibilita el hecho de poder empatizar con los demás para sentir o comprender los sentimientos ajenos.

Se perciben así mismos como superiores: su percepción personal va mucho más allá de solo verse como una persona llevada por la sociedad y las normas, se muestran reflejados como personas demasiado inteligentes y acorralados por las circunstancias sociales, en términos generales piensan que existen en un mundo de mediocres y personas inferiores a ellos mismos.

Lo que sucede es culpa de otros: juntando todas las características anteriores, las personas antisociales son capaces de culpabilizar al entorno de las cosas que no salen como ellos desean, pues su misma percepción de sí mismos no les permite aceptar que todo gira alrededor de su propia conducta antisocial.

No presentan proyectos a largo plazo: esto se asocia con el hecho de esperar algo a cambio de un buen comportamiento o del cumplimiento de una tarea específica, prefieren lo fácil y rápido, de aquí vienen los actos delictivos como el hurto, robo, violaciones, entre otros.

Sus emociones predominantes son la ira y la frustración: prefieren mostrarse así mismos como malos, enfadados, obstinados y rabiosos, de esta manera tendrán una disposición casi inmediata del entorno para satisfacer sus necesidades, se asocia con el síndrome Bullying por mostrar rasgos abusivos en ciertas ocasiones para lograr su objetivo, el ejemplo claro es cuando observamos en las películas el joven que le quita el almuerzo o el dinero al chico que parece ser más débil.

Son capaces de asimilar su pasado para justificarse: hablar de lo mal que les ha ido en la vida, y las culpas que tienen los demás de su conducta parece ser el mecanismo de defensa más utilizado por individuos antisociales. Culpar a los padres, enemigos, hermanos, policías, autoridades, tiende a ser común en las personas con trastorno antisocial, debido a que el individuo es incapaz de ver que todo es parte de las consecuencias de su propia conducta.

Falta de confianza y venganza recurrente: las personas con trastorno antisocial de la personalidad prefieren mantenerse bajo perfil, esta situación dificulta un poco el abordaje con pedagogos, psicólogos o médicos, ya que el pensamiento recurrente de las personas con este trastorno de la personalidad, es que las personas que están ahí, están para dañarles u obligarlos a hacer algo que no desean hacer.

Consumo de sustancias psicotrópicas: esto puede estar relacionado con lo que hemos mencionado anteriormente de ir en contra de las normas sociales, las personas con trastorno antisocial de la personalidad son capaces de consumir cualquier droga con el fin de sentir que van en contra de un sistema social y que nadie puede decirles que hacer, esto va aunado al hecho de sentirse más dominantes y estar bajo efectos de sustancias estupefacientes.

Entre otras características, el individuo con trastorno antisocial siente miedo por las conductas que puedan tener contra él aquellas personas no tan allegadas como sus familiares y amigos, nos referimos a los adversarios, policías, pandillas, entre otros. Por las conductas que normalmente presentan estas personas tienden a tener muchos enemigos y con el paso del tiempo se verán involucrados en peleas, disturbios y en los peores casos la prisión o la muerte.

Mejorar el comportamiento de tu hij@

Mal comportamiento infantil

Marcar unas normas a los niños desde que son pequeños es la base para conseguir una buena conducta. El exceso de permisividad deriva en pequeños egoístas no acostumbrados a recibir un ‘no’, mientras que el autoritarismo puede lesionar su autoestima y hacerles creer que sus padres y madres no les quieren. La relación entre padres e hijos es un tira afloja en el que unos luchan por mantener el poder y otros por conquistarlo, pero no se puede tomar el camino fácil de imponer un castigo, porque su efecto, aunque inmediato, es momentáneo. A la larga, da mejor resultado recompensar las buenas conductas e intentar buscar alternativas a los actos que menos gustan. Todo el mundo sabe que los actos que se repiten son los que reportan un beneficio.

Las malas conductas de los niños no pueden ser sancionadas con castigos. La clave está en recompensar los buenos actos y buscar alternativas a los malos

Lucha de poder entre padres e hijos

La mayor parte de los comportamientos infantiles son aprendidos. Al nacer, el niño desconoce las normas y las pautas de conducta que se consideran adecuadas, por lo que busca sus propios modelos y aprende de ellos. Se considera que el comportamiento es malo cuando, por defecto o exceso, no se adapta a lo que se entiende por ‘normal’. Son muchos los padres que acuden a la consulta y hacen la misma pregunta: ¿Por qué mi hijo se comporta así? «La respuesta está clara: tienen que cortar el problema de raíz y marcar unas normas desde que los hijos son pequeños, menores de cuatro años, y en pequeñas cosas».

Una vez que el niño realiza un acto, lo repetirá o no en función del efecto que produzca en su entorno, por lo que los padres deben encontrar el equilibrio entre permisividad y autoridad. No obstante, «cada problema debe ser estudiado de manera individual para descubrir su origen, que puede ser educativo, con problemas de comportamiento, o biológico, con trastornos de conducta». En el segundo caso, relacionado con cerca del 40% de los niños hiperactivos, cabe la posibilidad de que el pequeño necesite tratamiento farmacológico, porque su mala conducta responde a «condicionantes» con los que ha nacido. Se trata de niños con conductas negativistas y desafiantes hacia sus padres, que carecen de control de sus impulsos y que, «cuando cometen un error, les gustaría resolverlo pero no pueden».

Con Autoridad no se Educa, Se adiestra.

Por otro lado, se encuentran los «falsos niños con trastornos», cuyos problemas de comportamiento tienen origen a menudo en la sobreprotección de los padres, «que resuelven los problemas que el niño tiene que resolver por él mismo». «Si a los niños menores de tres años les dan de comer los padres, les permiten ir a la cama cuando quieren y les resuelven todos los problemas, no se les educa en la capacidad de frustración y los niños no toleran un ‘no’. Éste no es el camino correcto». No se puede ser tan autoritario que el niño sienta que sus padres no le quieren, ni tan permisivo que acabe haciendo siempre lo que quiere. Desde la Asociación Mundial de Educadores Infantiles recuerdan que la permisividad «produce falta de control interno» y reconocen que la autoridad y firmeza bien ejercida permite a los niños alcanzar una «progresiva madurez y responsabilidad». Aquí, antes estas palabras tenemos una vez más ciertas diferencias, pues aunque cierto es que en el punto medio está la magia, creemos firmemente que con Autoridad con se educa, se adiestra. El hablar con nuestros hijos, hacerles ver las responsabilidades y consecuencias en y de sus actos, les ayudará en su futuro.

Si no se da ese equilibrio, se produce lo que se denomina ‘lucha de poder’: «Los padres repiten, recuerdan lo que deben hacer sus hijos, pero con resultados negativos. Luego negocian, razonan y sermonean sin éxito. Cuanto más repiten, más se enfadan, hasta acabar en gritos y amenazas, incluso en insultos y bofetadas. Cuando ya no pueden más, explotan diciendo cosas de las que luego se arrepentirán e infringiendo castigos desproporcionados que nada consiguen mejorar. Estas rutinas pueden convertirse con el tiempo en patrones destructivos de comunicación, relación familiar y resolución de problemas, en hábitos familiares que se consideran como la manera normal de convivir en casa». Así, en ocasiones, los hijos desafían a sus padres cuando no sienten satisfechas sus necesidades y buscan poder. «A veces nos ponen a prueba para mostrarnos que han cambiado y que las normas, por lo tanto, también han de cambiar. Nos desafían continuamente, nos provocan y muchos de ellos nos manipulan hasta llevarnos a su terreno y, entonces, ganan la batalla». Los niños ganan cuando los mayores pierden el control de la situación y la disputa se convierte en una verdadera batalla por conquistar o mantener el poder.

Corregir problemas de conducta con los niñ@s

Los niños con problemas de conducta suelen mostrarse desobedientes. No es extraño que, asimismo, insulten, se hayan acostumbrado a mentir a quienes les rodean, se enrabieten con facilidad e, incluso, lleguen a mostrarse agresivos cuando se les lleva la contraria. Corregir a un niño con un trastorno de comportamiento, sin embargo, es posible. Y cuanto antes se empiece, más posibilidades de éxito se tendrá.

Poner límites a los niños y pasar el tiempo suficiente a su lado son algunas de las claves para rectificar los problemas de conducta infantiles

Niños con problemas de conducta: pautas para corregirlos

Los problemas de conducta en el niño

Un niño con problemas de conducta, que desobedece de forma habitual a sus progenitores, que grita y se enfada con frecuencia o que, incluso, experimenta brotes de agresividad cuando se le lleva la contraria precisa la ayuda de sus padres y docentes para superar su trastorno de comportamiento.

Poner límites a las demandas del niño es esencial para establecer unos hábitos de conducta adecuados

En el desarrollo evolutivo del pequeño es normal que, en ocasiones, se detecten estas conductas agresivas, desafiantes, de oposición o desobedientes. Las pautas educativas habituales logran, en general, erradicar estos comportamientos. Sin embargo, en algunos niños, estas actitudes son perseverantes en el tiempo y se incrementa su frecuencia y magnitud a medida que el infante crece.

Una intervención temprana de sus progenitores, así como la ayuda de psicólogos en los casos más graves, pueden ayudar a prevenir que un problema de conducta infantil evolucione hacia trastornos más graves en la adolescencia.

Lograr en el niño un comportamiento adecuado: ¿cómo se hace?

Las investigaciones y estudios sobre comportamiento infantil suelen coincidir a la hora de señalar la forma de crear en el niño unas conductas adecuadas. Mantener un buen vínculo afectivo con los progenitores fomenta procederes correctos en el pequeño. Dedicar tiempo suficiente a estar juntos en edades tempranas, jugar con ellos, prestar atención a sus actuaciones y ejercer el control sobre ellas cuando sea necesario son algunas de las pautas para corregir los problemas de conducta en el niño.

Es fundamental, asimismo, poner límites a sus demandas desde muy pequeños y mantenerse firme en ellos. Esta práctica es una de las mejores formas de establecer unos hábitos de conducta adecuados, que el niño utilizará como referente en su comportamiento posterior.

Tan importante es prestar atención al niño cuando se comporta bien como retirársela ante una actitud negativa

El pedagogo Jesús Jarque, autor de distintos manuales para padres sobre conducta infantil, precisa que «establecer límites es concretar qué se espera del niño y qué no». En caso de que estas fronteras se traspasen, advierte: «hay que adoptar medidas».

La atención que un niño recibe de los adultos juega un papel primordial en el control de la conducta de los pequeños. Tan importante es prestarle la suficiente atención cuando se comporta de forma adecuada, y halagarle por ello, como retirársela cuando el comportamiento sea negativo.

Jarque puntualiza que el comportamiento inadecuado de los niños se desarrolla con frecuencia «para llamar la atención de los padres, ya que comprueban que hay una desproporción entre la forma de actuar de ellos cuando se portan mal y cuando se portan bien». Si las actuaciones inadecuadas son las únicas que atienden los progenitores, el pequeño, ante la necesidad de atención, reforzará estas en detrimento de las buenas conductas.

Pasos para corregir los problemas de conducta infantiles

Entre otras pautas básicas recomendadas por los especialistas, destacan las siguientes:

  • Claridad. Cuando se dan instrucciones al niño, es importante ser claro y preciso. No es lo mismo decirle «pórtate bien», o «no te portes mal», que decirle qué es correcto y qué no lo es.
  • Coherencia y constancia. Un padre que riñe a su hijo por un determinado comportamiento, debe hacerlo siempre que lo detecte de nuevo. Hay que tener en cuenta, asimismo, que el pequeño observa su entorno y lo imita: no sería correcto desaprobar una conducta que contempla de forma habitual en su familia.
  • Consenso y complicidad. Es necesario que todos los miembros de la familia, y de fuera de ella con responsabilidad sobre el niño, apliquen las mismas pautas a la hora de enseñar al pequeño buenos hábitos de conducta. Todos deben permitir, o no, las mismas actuaciones.