Gestión adecuada del confinamiento por Coronavirus Covid19.
Debido a la actual alerta sanitaria generada por el COVID-19, se están generando situaciones de malestar, miedo y gran preocupación entre la población. Aunque éstas emociones son básicas y adaptativas, ya que nos ayudan a mantenernos alertas y luchar por nuestra supervivencia, desde la Clínica de psicología y sexología Pérez-Vieco queremos ayudaros a gestionarlas adecuadamente. Queremos ofrecerte una serie de recomendaciones y explicaciones útiles y detalladas sobre esta situación, con el objetivo de contribuir a que puedas retomar el control sobre tu vida y manejarte de forma eficaz ante esta crisis.
Comprende la situación.
La situación a la que nos enfrentamos es tan insólita que puede ser difícil de comprender e integrar en un principio. Hay que entender que la cuarentena no consiste en un castigo, sino en una medida cautelar temporal, aceptando que salir lo menos posible de casa es la mejor opción. Actualmente aún no tenemos un conocimiento exacto del pronóstico de la situación derivada por el COVID-19, pero extremar las precauciones para evitar su propagación es la única medida segura actual que podemos realizar para ayudar a combatirlo.
Comprender la realidad no implica tener que alarmarse por ella, sino asegurarse que se tiene toda la información necesaria y saber cómo actuar ante cada situación.
Debemos intentar asumir la realidad, entendiendo que esta medida es provisional y que exponernos ante una situación desconocida sobre la cual no tenemos control alguno, genera en nosotros unas emociones intensas y contradictorias, ya que nos encontramos en una pausa impuesta donde no sabemos muy bien cómo responder.
Sentir todas estas emociones (tristeza, la rabia, la incertidumbre, el miedo, etc.) es normal y adaptativo, pero hay que intentar mantener la mayor calma posible. Está bien sentir estas emociones y desahogarte, pero no debemos quedarnos anclados a este malestar. La flexibilidad y la aceptación nos ayudarán a que poco a poco nos adaptemos y sobrellevemos la situación cada uno de la mejor manera con sus propios recursos.
Actúa con responsabilidad.
Es muy importante que entendamos la importancia real que tiene el confinamiento en nuestros hogares. A nivel individual, es la forma más eficaz que tenemos de evitar la propagación de este virus, además de prevenir infectarnos, ayudamos de forma indirecta a no saturar el sistema de salud, dejando así los recursos para quién más lo necesite.
Comprender que permanecer en casa y cumplir con las recomendaciones siempre que sea posible es imprescindible, ya que es nuestra principal responsabilidad.

Planifícate.
Pasados unos días, cuándo ya nos hayamos dado tiempo y espacio para comprender esta nueva realidad puntual, es cuando podemos empezar a organizar nuestro hogar. Con la cuarentena, la vida y la convivencia se modifican de manera sustancial. Para quienes viven con otras personas (y más aún con menores) es importante consensuar ciertas normas, horarios y planes, además de comprender las necesidades específicas de los demás y respetar espacios y tiempos particulares.
Piensa en cómo vas a planificar los días, las actividades con las que llenarás las horas y como organizarse conjuntamente con la gente que te rodea. Algunas posibles ideas para ello es ayudarse de un planificador, cronograma o gráfico al alcance de todos, donde se diferencien los espacios (ocio, trabajo, descanso…) y los tiempos para cada actividad; debatir ideas y planes de cosas para hacer en casa, buscar en Internet formas o juegos para entretenerse, etc.
Establecer una rutina diaria, alternando las tareas y los horarios cotidianos que seguíamos antes: trabajo, alimentación, responsabilidad, ejercicio, ocio, social, autocuidado, doméstico, sueño, etc. No olvidemos que seguir los hábitos y rutinas nos ayudarán a gestionar y sobrellevar mejor el tiempo que estemos en casa. Esta planificación será positiva para tu higiene mental y ayudará a crear un ambiente lo más normalizado posible.
Información oficial y en su justa medida.
Estar informado es importante, saber cómo están transcurriendo los acontecimientos, actualizarnos diariamente de las nuevas medidas cautelares y de aquello que nos pueda ser útil para entender y actuar es fundamental. Ten cuidado con las noticias e informaciones que corren por las redes sociales y que no estén contrastadas, ya que pueden no ser ciertas o estar distorsionadas, y a su vez evita ser tú quien las propague.
Infórmate de forma adecuada recurriendo a fuentes oficiales como el Ministerio de Sanidad y la Consellería de Salud, a través de las noticias en televisión o en Internet dos o tres veces al día. No hay ninguna necesidad de que estés continuamente buscando noticias, ya que eso solo te generará estrés, nerviosismo, malestar, alarma y miedo.
Informarte es imprescindible como ya hemos dicho, por lo que busca la información de calidad y oficial, evitando la sobreinformación. Además no olvidemos informar a los más pequeños y pequeñas de modo claro y sencillo y con mensajes constructivos, porque también tienen derecho a entender que es lo que está ocurriendo y como pueden colaborar. Ayúdales a sentirse seguros/as y protegidos/as, pero también útiles.
Mantén y adapta las relaciones sociales.
Tanto para las personas acostumbradas a tener mucha interacción como las que no, el contacto con otras personas es fundamental para nuestro bienestar mental y emocional. Dado que el contacto físico ahora es más limitado, podemos aprovechar las nuevas tecnologías para mantenerlo con los amigos y familiares (llamadas, videollamadas, redes sociales…).
La cuarentena es buen momento para fortalecer o recuperar relaciones familiares o de pareja, así rescatar viejas costumbres/hobbies o crear otras nuevas, intentando propiciar un buen ambiente en casa. Recuerda que estar confinado no significa estar aislado.

El simple hecho de comunicarnos y mostrar afecto en la forma que sea con nuestros seres queridos tiene un gran impacto en nuestro sistema, ya que nuestro cerebro empieza a producir endorfinas, que funcionan de forma similar a los opiáceos (morfina, opio, etc.) pero sin sus efectos perjudiciales, actuando como un potente analgésico, que además estimula nuestros centros del placer, ayudando a crear situaciones satisfactorias que contribuyen a sentirnos mejor. Si tenemos la oportunidad de coincidir físicamente con nuestra familia o amigos debemos saber que (siempre que sea posible) los besos, los abrazos, las caricias y las relaciones sexuales favorecen la liberación de estas sustancias.
La evidencia científica corrobora que nuestros vínculos con los demás pueden tener efectos beneficiosos en nuestra salud, propiciando indirectamente el fortalecimiento de nuestro sistema inmunológico, relacionándose con una vida más larga. Por el contrario, el aislamiento, la soledad y la escasa interacción social se relacionan con mayores problemas de salud, estrés, ansiedad, depresión y menos beneficios biológicos.
Ejercicio físico, una pieza clave.
Además de la mejor forma de combatir el sedentarismo ocasionado por este período de aislamiento, la actividad física es un factor importante para el bienestar psicológico.
El deporte promueve beneficios físicos como la prevención de patologías, la activación del sistema inmunológico y la liberación de ciertos neurotransmisores que nos generan sensación de relajación y bienestar. Al movernos obtenemos además beneficios psíquicos (aumento de nuestra autoestima, autoconfianza, memoria, concentración, buen funcionamiento cerebral, regulación emocional, etc.) así como la prevención de estados depresivos, ansiosos y trastornos del sueño.
Por deporte entendemos cualquier tipo de actividad física adaptada a las condiciones individuales de cada persona, desde estiramientos básicos, yoga, pilates, ejercicios aeróbicos, hasta clases y tutoriales de gimnasia. En la red podremos encontrar una gran y variada oferta de actividades que podemos realizar en casa. Dedicando un tiempo para ejercitarnos nos sentiremos más satisfechos con nosotros mismos y nuestro humor mejorará.
Exteriorizar y gestionar sentimientos.
El confinamiento en casa y la convivencia prolongada con los demás es un espacio facilitador de roces, riñas, malas palabras y emociones negativas, que pueden llegar a generar un ambiente dañino. Es el momento para no sólo prestar atención a uno mismo, sino a los demás. Los propios sentimientos y pensamientos son importantes, pero también lo son el modo en que se expresan. Para aportar nuestro granito de arena en tener una convivencia pacífica y agradable, es importante propiciar una buena comunicación, para ello, podemos tener en cuenta las siguientes indicaciones:
- Evitar conversaciones conflictivas que generen discusiones.
- No focalizar nuestra atención en los aspectos negativos y catastróficos de la situación.
- Evitar los reproches. Para ello es importante responsabilizarnos de aquello que nos corresponde e intentar comunicar de forma asertiva y constructiva nuestras quejas.
- Expresa de la mejor forma aquello que te molesta, preocupa o disgusta. Deja que las personas de tu alrededor te escuchen y te ayuden.
- Intenta no anteponer siempre tus necesidades. Este período puede servirnos para practicar la empatía y la solidaridad poniéndonos en la piel de las personas que nos rodean. Cuánto más nos preocupemos por los demás, más se preocuparán por nosotros.
- Cede el control y practica la flexibilidad. El confinamiento pone a prueba nuestra tolerancia a la frustración, por lo que es un buen momento para dejarnos llevar y no priorizar siempre nuestros deseos, adaptándonos así a las circunstancias que son incontrolables.
- Céntrate en pensamientos constructivos y positivos, recordando los momentos donde fuiste capaz de afrontar situaciones difíciles y qué estrategias utilizaste para superarlas. No centres todas tus conversaciones en el Covid-19, trata de hablar de otros temas.
- Utiliza el humor, ya que es gran aliado estos días. Con el humor somos capaces de tomar cierta distancia de la realidad, darle otra forma, nos ayuda a sentirnos más relajados y los problemas pierden un poco de densidad y peso. No te sientas mal por ello aunque la situación que vivimos no sea positiva, está bien ser capaces de encontrar en ella pequeños atisbos de alegría, que es la enemiga del miedo. Ten en cuenta que cuando sonríes “engañas” a tu cerebro diciéndole que todo va bien.
Se compasivo contigo mismo.
Es posible que el aislamiento (el no poder ir a trabajar, el sentir que no tienes nada que hacer, etc.) te produzca sentimientos de culpabilidad. Es importante tener en cuenta que pocas veces se te dará otra ocasión como esta en la vida, por lo que aprender a relajarnos, a disfrutar del tiempo, a dejar pasar las horas, respirar y meditar es también una asignatura pendiente. Obsesionarte por todo lo que deberías estar haciendo y no haces no te conduce a ninguna solución, sólo al malestar. Acepta que no todos los días serán igual de productivos y que no hay porqué ser siempre un individuo eficaz y eficiente. Practica la autocompasión, se indulgente contigo mismo, trátate como tratarías a tu mejor amigo si no estuviese pasando por su mejor momento.
Cuídate.
Cuídate de muchas formas. Dentro de las posibilidades que tengas en tu hogar, busca qué cosas o de qué forma puedes darte pequeños caprichos o premios. Puede ser algo tan simple como dedicarte 1 hora al día a ti misma/o en soledad o en compañía, darte un baño relajante, asearte, peinarte, dibujar, cantar, bailar, ver una película o serie que te encante, prepararte y disfrutar a gusto de tu comida favorita, cualquier cosa que te dé placer. Mímate mucho a ti y a los tuyos, porque lo que devenga no lo podemos saber, pero mientras hay que tener en cuenta que seguimos existiendo, y tanto ahora como cuando esto termine, debemos trabajar por ser la mejor de nuestras versiones.
Solicita ayuda si la necesitas
Ponte en contacto con amigos, familiares o profesionales de la salud mental en cualquier momento que consideres. Existen multitud de opciones, busca asesoramiento en profesionales y/o servicios públicos o privados, pero siempre siéntete libre de pedir ayuda cuando la necesites.
Noa Toledo Pardo
Psicóloga General Sanitaria.
Sexóloga Clínica y Terapeuta de pareja (CV14961).
Trastornos de ansiedad.
Sentir ansiedad de modo ocasional es una parte normal de la vida. Sin embargo, las personas con trastornos de ansiedad con frecuencia tienen preocupaciones y miedos intensos, excesivos y persistentes sobre situaciones diarias. Con frecuencia, en los trastornos de ansiedad se dan episodios repetidos de sentimientos repentinos de ansiedad intensa y miedo o terror que alcanzan un máximo en una cuestión de minutos (ataques de pánico).
Estos sentimientos de ansiedad y pánico interfieren con las actividades diarias, son difíciles de controlar, son desproporcionados en comparación con el peligro real y pueden durar un largo tiempo. Con el propósito de prevenir estos sentimientos, puede suceder que evites ciertos lugares o situaciones. Los síntomas pueden empezar en la infancia o la adolescencia y continuar hasta la edad adulta.
Algunos ejemplos del trastorno de ansiedad son: trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de ansiedad social (fobia social), fobias específicas y trastorno de ansiedad por separación. Puedes tener más de un trastorno de ansiedad. A veces, la ansiedad surge de una enfermedad que requiere tratamiento.
Cualquiera sea el tipo de ansiedad que padezcas, un tratamiento puede ayudar.
Síntomas de un trastorno de ansiedad
Los signos y síntomas de la ansiedad más comunes incluyen los siguientes:
- Sensación de nerviosismo, agitación o tensión
- Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe
- Aumento del ritmo cardíaco
- Respiración acelerada (hiperventilación)
- Sudoración
- Temblores
- Sensación de debilidad o cansancio
- Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea la preocupación actual
- Tener problemas para conciliar el sueño
- Padecer problemas gastrointestinales
- Tener dificultades para controlar las preocupaciones
- Tener la necesidad de evitar las situaciones que generan ansiedad
Existen varios tipos de trastornos de ansiedad:
- La agorafobia es un tipo de trastorno de ansiedad en el que temes a lugares y situaciones que pueden causarte pánico o hacerte sentir atrapado, indefenso o avergonzado y a menudo intentas evitarlos.

- El trastorno de ansiedad debido a una enfermedad incluye síntomas de ansiedad o pánico intensos que son directamente causados por un problema de salud físico.
- El trastorno de ansiedad generalizada se caracteriza por una ansiedad y una preocupación persistentes y excesivas por actividades o eventos, incluso asuntos comunes de rutina. La preocupación es desproporcionada con respecto a la situación actual, es difícil de controlar y afecta la forma en que te sientes físicamente. A menudo sucede junto con otros trastornos de ansiedad o con la depresión.
- El trastorno de pánico implica episodios repetidos de sensaciones repentinas de ansiedad y miedo o terror intensos que alcanzan un nivel máximo en minutos (ataques de pánico). Puedes tener sensaciones de una catástrofe inminente, dificultad para respirar, dolor en el pecho o latidos rápidos, fuertes o como aleteos (palpitaciones cardíacas). Estos ataques de pánico pueden provocar que a la persona le preocupe que sucedan de nuevo o que evite situaciones en las que han sucedido.
- El mutismo selectivo es una incapacidad constante que tienen los niños para hablar en ciertas situaciones, como en la escuela, incluso cuando pueden hablar en otras situaciones, como en el hogar con miembros cercanos de la familia. Esto puede afectar el desempeño en la escuela, el trabajo o en la sociedad.
- El trastorno de ansiedad por separación es un trastorno de la niñez que se caracteriza por una ansiedad que es excesiva para el nivel de desarrollo del niño y que se relaciona con la separación de los padres u otras personas que cumplen una función paternal.
- El trastorno de ansiedad social (fobia social) implica altos niveles de ansiedad, miedo o rechazo a situaciones sociales debido a sentimientos de vergüenza, inseguridad y preocupación por ser juzgado o percibido de manera negativa por otras personas.
- Las fobias específicas se caracterizan por una notable ansiedad cuando la persona se ve expuesta a un objeto o situación específicos, y un deseo por evitarlos. En algunas personas, las fobias provocan ataques de pánico.
- El trastorno de ansiedad inducido por sustancias se caracteriza por síntomas de ansiedad o pánico intensos que son el resultado directo del uso indebido de drogas, como tomar medicamentos, estar expuesto a una sustancia tóxica o tener abstinencia a causa de las drogas.
- Otro trastorno de ansiedad específico y no específico es un término para la ansiedad y las fobias que no cumplen con los criterios exactos para algún otro trastorno de ansiedad pero que son lo suficientemente relevantes para ser alarmantes y perturbadores.
Cuándo consultar al psicólogo o médico
Consulta con el psicólogo o tu médico de cabecera en los siguientes casos:
- Sientes que te estás preocupando demasiado y que esto interfiere en tu trabajo, tus relaciones y otros aspectos de tu vida
- Tu miedo, tu preocupación o tu ansiedad te causan malestar y te resulta difícil controlarlos
- Te sientes deprimido, tienes problemas con el consumo de alcohol o drogas, o tienes otros problemas de salud mental junto con ansiedad
- Piensas que tu ansiedad podría estar vinculada a un problema de salud física
- Tienes pensamientos o conductas suicidas (de ser así, procura tratamiento de urgencia inmediatamente)
Es posible que tus preocupaciones no se vayan por sí solas y que empeoren con el paso del tiempo si no procuras ayuda. Visita a un profesional de salud mental o tu médico antes de que tu ansiedad empeore. Es más fácil tratarla si obtienes ayuda pronto. Puedes hacerlo ahora a través de nuestro Whatsapp, verás el icono en tu parte inferior derecha.
Causas de un trastorno de ansiedad
No está del todo claro cuáles son las causas de los trastornos de ansiedad. Ciertas experiencias de vida, como acontecimientos traumáticos, parecen provocar los trastornos de ansiedad en personas que ya son propensas a la ansiedad. Los rasgos heredados también pueden ser un factor.
Causas médicas
Para algunas personas, la ansiedad puede estar relacionada con un problema de salud oculto. En algunos casos, los signos y síntomas de ansiedad son los primeros indicadores de una enfermedad. Si el médico sospecha que la ansiedad que tienes puede tener una causa médica, quizás te indique análisis para buscar los signos del problema.
Algunos ejemplos de problemas médicos que pueden estar relacionados con la ansiedad incluyen los siguientes:
- Enfermedad cardíaca
- Diabetes
- Problemas de tiroides, como el hipertiroidismo
- Trastornos respiratorios, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o el asma
- Uso inadecuado de sustancias o abstinencia
- Abstinencia del alcohol, de medicamentos contra la ansiedad (benzodiazepinas) o de otros medicamentos
- Dolor crónico o síndrome de intestino irritable
- Tumores poco frecuentes que producen hormonas de reacción de “luchar o huir”
En ocasiones, la ansiedad puede ser un efecto secundario de algunos medicamentos.
Es posible que la ansiedad que te aqueja esté causada por una enfermedad oculta en los siguientes casos:
- Si no tienes parientes consanguíneos (como padres o hermanos) que tengan trastornos de ansiedad
- Si no tuviste un trastorno de ansiedad en la infancia
- Si no evitas ciertas cosas o situaciones a causa de la ansiedad
- Si la ansiedad se presenta de forma repentina sin estar relacionada con los eventos de la vida o si no tienes antecedentes de ansiedad
Factores de riesgo
Los siguientes factores pueden incrementar el riesgo de padecer un trastorno de ansiedad:
- Trauma. Los niños que soportaron maltratos o traumas o que presenciaron eventos traumáticos tienen mayor riesgo de manifestar un trastorno de ansiedad en algún momento de sus vidas. Los adultos que atraviesan un evento traumático también pueden manifestar trastornos de ansiedad.
- Estrés debido a una enfermedad. Tener un problema de salud o una enfermedad grave puede causar gran preocupación acerca de cuestiones como el tratamiento y el futuro.
- Acumulación de estrés. Un evento importante o una acumulación de situaciones estresantes más pequeñas de la vida pueden provocar ansiedad excesiva, por ejemplo, la muerte de algún familiar, estrés en el trabajo o preocupaciones continuas por la situación financiera.
- Personalidad. Las personas con determinados tipos de personalidad son más propensas a sufrir trastornos de ansiedad que otras personas.
- Otros trastornos mentales. Las personas que padecen otros trastornos mentales, como depresión, a menudo también padecen un trastorno de ansiedad.
- Tener familiares consanguíneos que padecen un trastorno de ansiedad. Los trastornos de ansiedad pueden ser hereditarios.
- Drogas o alcohol. El consumo o el uso indebido o la abstinencia de drogas o alcohol pueden provocar o empeorar la ansiedad.
Complicaciones
El trastorno de ansiedad no implica solamente estar preocupado. También puede ocasionar, o empeorar, otros trastornos mentales y físicos, como los siguientes:
- Depresión (que a menudo se produce junto con un trastorno de ansiedad) u otros trastornos de salud mental
- Abuso de sustancias
- Problemas para dormir (insomnio)
- Problemas digestivos o intestinales
- Dolor de cabeza y dolor crónico
- Aislamiento social
- Problemas en la escuela o el trabajo
- Mala calidad de vida
- Suicidio
Prevención
No es posible prever con certeza qué causa que una persona presente un trastorno de ansiedad, pero puedes tomar medidas para reducir el impacto de los síntomas si te sientes ansioso:
- Pide ayuda enseguida. La ansiedad, como muchos otros trastornos mentales, puede ser más difícil de tratar si te demoras.
- Mantente activo. Participa en actividades que disfrutes y que te hagan sentir bien contigo mismo. Disfruta la interacción social y tus afectos, que pueden aliviar tus preocupaciones.
- Evita el consumo de alcohol o drogas. El consumo de alcohol y drogas puede provocar ansiedad o empeorarla. Si eres adicto a cualquiera de estas sustancias, la idea de dejar de consumir puede hacerte sentir ansioso. Si no puedes dejar de consumir por tu cuenta, consulta con tu médico o busca un grupo de apoyo para que te ayuden.
La ansiedad.
¿Qué es la ansiedad?
La tensión psicológica o estado de alerta forma parte de la condición humana. Constituye un aspecto normal de nuestro estado emocional, y sirve para afrontar y reaccionar ante las situaciones de riesgo o de peligro. Es una reacción natural que emplea nuestro organismo ante lo que percibimos como una amenaza, que puede ser real o imaginaria, y nos permite afrontar las situaciones difíciles. Sin embargo, cuando esa tensión psicológica se manifiesta sin una causa aparente que la suscite, ni la persona está expuesta a ningún peligro, es demasiado intensa, se prolonga en el tiempo, y se extiende a todos los ámbitos de la vida del que la sufre, se vuelve patológica y se convierte en una fuente de sufrimiento que es necesario controlar. En este caso hablamos de ansiedad.

Diagnóstico de la ansiedad
La ansiedad al ser una respuesta o conjunto de respuestas emocionales de carácter displacentero, que engloba aspectos fisiológicos, cognitivos y comportamentales genera síntomas muy diversos. Los más comunes consisten en manifestaciones de: taquicardia, sensación de ahogo, temblores, sensación de pérdida de control o del conocimiento, transpiración, náusea, rigidez o debilidad muscular, insomnio, inquietud motora, dificultad para la comunicación y la relación, pensamientos negativos y obsesivos, sensación de inseguridad, temor anticipatorio…
Psicoterapia de la ansiedad
Con el tratamiento cognitivo-conductual-emocional nos centramos en la detección, evaluación y modificación de los pensamientos negativos que generan la ansiedad para modificarlos.
Y en la reducción de la ansiedad a través del entrenamiento en habilidades sociales, en el manejo del estrés, y en la relajación.
También es muy importante para nosotros determinar si estamos ante tal nivel de ansiedad que, al intervenir además de factores psicológicos también biológicos, y estén paralizando a la persona, considerar que además del tratamiento psicoterapéutico coadyuvaría una adecuada medicación.
Trastornos de la ansiedad: el papel de la psicoterapia en el tratamiento eficaz
Todos sentimos ansiedad y estrés de vez en cuando. Hay situaciones que suelen despertar sentimientos de ansiedad como, por ejemplo, cumplir plazos de entrega ajustados, obligaciones sociales importantes o conducir con mucho tránsito. Esta ansiedad leve puede ayudar a mantenerlo alerta y concentrado para enfrentarse a situaciones amenazadoras o difíciles.
Pero las personas que sienten temor extremo y preocupaciones que perduran pueden estar lidiando con trastornos de ansiedad. La frecuencia e intensidad de este tipo de ansiedad es a menudo debilitante e interfiere con actividades diarias. Sin embargo, con un tratamiento adecuado y eficaz, las personas que tienen trastornos de ansiedad pueden llevar vidas normales.
¿Cuáles son las principales clases de trastornos de ansiedad?
Hay varios tipos principales de trastornos de ansiedad. Cada uno tiene características particulares.
- Las personas con trastornos de ansiedad generalizados tienen miedos o preocupaciones recurrentes como, por ejemplo, la salud o la situación económica, y con frecuencia tienen una sensación constante de que algo malo está por suceder. La causa de estos sentimientos intensos de ansiedad puede ser difícil de identificar. Sin embargo, los temores y preocupaciones son muy reales e impiden muchas veces que las personas se concentren en sus tareas diarias.
- El trastorno de pánico implica sentimientos repentinos, intensos y no provocados de terror y pavor. Por lo general, las personas que tienen este trastorno desarrollan mucho miedo respecto a cuándo y cómo se producirá su próximo ataque de pánico, y en consecuencia a menudo limitan sus actividades.
- Un trastorno relacionado incluye fobias, o miedos intensos, respecto a determinados objetos o situaciones. Las fobias específicas pueden incluir situaciones como encontrarse con determinados animales o volar en avión, mientras que las fobias sociales incluyen miedo con relación a entornos sociales o lugares públicos.
- El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por sentimientos o pensamientos persistentes, incontrolables y no deseados (obsesiones) y rutinas o rituales que realizan las personas para tratar de evitar o para liberarse de estos pensamientos (compulsiones). Ejemplos de compulsiones comunes incluyen lavarse las manos o limpiar la casa en exceso por temor a los gérmenes, o verificar algo una y otra vez para detectar errores.
- Algunas personas que tienen graves traumas físicos o emocionales, como por ejemplo, los producidos por un desastre natural o un accidente o delito grave pueden experimentar un trastorno de estrés postraumático. Los pensamientos, sentimientos y patrones de conducta se ven seriamente afectados por recuerdos de estos sucesos, a veces durante meses o incluso años después de la experiencia traumática.
Los síntomas como el temor extremo, falta de aire, taquicardia, insomnio, nauseas, temblores y mareos son comunes en estos trastornos de ansiedad. Aunque pueden producirse en cualquier momento, los trastornos de ansiedad surgen con frecuencia en la adolescencia o en el inicio de la adultez. Hay algunas evidencias de que los trastornos de ansiedad son hereditarios. Aparentemente, los genes, así como las primeras experiencias de aprendizaje en las familias, hacen que algunas personas sean más propensas que otras a padecer estos trastornos.
¿Por qué es importante buscar tratamiento para estos trastornos?
Si no se tratan, los trastornos de ansiedad pueden tener consecuencias graves. Por ejemplo, algunas personas que tienen ataques de pánico recurrentes evitan a toda costa ponerse en situaciones que temen podrían desencadenar un ataque. Esta conducta evasiva puede crear problemas si está en conflicto con requisitos del trabajo, obligaciones familiares u otras actividades básicas de la vida diaria.
Muchas personas que tienen trastornos de ansiedad no tratados son propensas a otros trastornos psicológicos, como depresión, y tienen una mayor tendencia al abuso de alcohol y otras drogas. Sus relaciones con familiares, amigos y compañeros de trabajo pueden volverse muy tirantes y su desempeño laboral puede decaer.
Trastornos de ansiedad y depresión.
Tratamiento de:
TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA (TAG)
Se caracteriza por un patrón de preocupación y ansiedad frecuente y persistente respecto de una variedad de eventos o actividades. Los síntomas deben extenderse al menos por 6 meses para poder efectuar el diagnóstico. Los síntomas psicológicos son: preocupación crónica y exagerada, agitación, tensión e irritabilidad, aparentemente sin causa alguna, o más intensas de lo que sería razonable en esa situación en particular. La gente que la padece también puede tener problemas de concentración y dificultades para conciliar el sueño (siendo el primero que se afecta en cualquier trastorno), con frecuencia suelen aparecer signos físicos, como temblores, dolor de cabeza, mareos, agitación, tensión muscular, dolores o molestias, molestias abdominales y sudoración.
TRASTORNO DE PÁNICO: CRISIS DE PÁNICO
Las crisis de pánico son episodios que, en un primer momento, son inesperados y no se asocian a ninguna situación concreta. En ellos aparece de forma temporal y aislada miedo o malestar intenso acompañado de cuatro o más de los siguientes síntomas, que se inician de forma brusca y alcanzan su máxima expresión en los diez primeros minutos (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DMS-IV-TR, 2002)):
- Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca.
- Sudoración.
- Temblores o sacudidas.
- Sensación de ahogo o falta de aliento.
- Sensación de atragantarse.
- Opresión o malestar torácico.
- Náuseas o molestias abdominales.
- Inestabilidad, mareo o desmayo.
- Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo).
- Miedo a perder el control o volverse loco.
- Miedo a morir.
- Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo).
- Escalofríos o sofocaciones.
La vivencia de una crisis de pánico es un hecho altamente desagradable. Por ello, a muchos pacientes les aterra el hecho de que la crisis vuelva a aparecer afirmando que sufren “miedo al miedo”. Esta circunstancia define al trastorno de ansiedad.
Todos estos síntomas, la mayoría de carácter somático, no deben obedecer a otras enfermedades, por tanto, deben quedar excluidas patologías cardíacas que justifiquen el dolor torácico y las palpitaciones, procesos digestivos que provoquen náuseas y vómitos, etcétera.
AGORAFOBIA
La persona agorafóbica comienza a experimentar la ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones dónde ‘escapar’ puede resultar difícil, complicado y embarazoso o dónde, en el caso de aparecer una crisis de angustia inesperada o más o menos relacionada con una situación (o bien síntomas similares a la angustia) puede no disponer de la ayuda o apoyo que considera imprescindible. Los temores clásicos de la agorafobia suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones y escenarios muy típicos, entre los que se incluyen estar sólo fuera de casa, las multitudes o la posibilidad de tener que viajar en algún medio de transporte específico. La persona agorafóbica tenderá a evitar (intensamente) este tipo de situaciones por temor a que aparezca una crisis de angustia (o síntomas similares a la angustia) o necesitará (para poder afrontarlas con éxito) la ayuda indispensable de una persona de confianza que esté presente en esas situaciones concretas.
FOBIA ESPECÍFICA
La manifestación de la respuesta de ansiedad aparece exclusivamente en presencia (o como anticipación) de un objeto o situación muy específicos (p.ej. terror a volar en avión, presencia de ciertos animales o miedo a las alturas). La persona, a pesar de de reconocer que se trata de un miedo irracional, desproporcionado o injustificado, se muestra incapaz de controlarlo o llegar a dominarlo. Las situaciones u objetos fóbicos tienden a evitarse o a soportarse a costa de experimentar un intenso malestar, tanto físico como emocional. Los comportamientos de evitación, anticipación ansiosa o el malestar experimentado cuando se ven obligados e exponerse al objeto o situación fóbica, interfieren negativamente con las actividades habituales de la persona, tanto a nivel personal como laboral o le generan un malestar significativo.
Algunas formas en las que se manifiesta la ansiedad son especialmente incapacitantes como por ejemplo los ATAQUES DE PÁNICO en los que la persona que los sufre pierde el control sin motivo consciente y aparente. Los síntomas físicos son muy agudos: taquicardia, sudoración, tensión muscular, mareos, temblores…y las persona los percibe con una gran angustia e interpretaciones psicológicas negativas: «me voy a morir», me voy a desmayar», no voy a salir de esta…..
FOBIA SOCIAL
La Fobia Social se caracteriza por un miedo y temor acusado, intenso, persistente y desproporcionado a la exposición a situaciones sociales y/o actuaciones en público o a la posible evaluación por parte de terceros. La exposición a este tipo de situaciones sociales genera, casi de forma invariable, una respuesta de ansiedad y que puede, en ocasiones, tomar la forma de una crisis de angustia. La persona reconoce que se trata de un miedo excesivo, irracional o desproporcionado pero se muestra incapaz de dominarlo y tiende a evitar este tipo de situaciones sociales, lo que interfiere de una forma muy significativa en su vida personal, familiar, social y laboral además de producir un intenso malestar en aquellas ocasiones en que, inevitablemente, debe afrontar este tipo de situaciones.
TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO (TOC).
Es la presencia frecuente, intensa y recurrente de ideas indeseadas (obsesiones) y de conductas repetitivas (compulsiones) que se hacen con la intención de aliviar la ansiedad producida en el sujeto por las propias ideas obsesivas. Las ideas obsesivas van más allá de las simples preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real. A pesar de que la persona se muestra capaz de reconocer su irracionalidad e intenta suprimirlos, ignorarlos, neutralizarlos o reducir su intensidad se muestra incapaz de controlar el malestar y la ansiedad que le generan. Las compulsiones pueden ser definidas como aquellos comportamientos (p.ej. ordenar objetos, realizar incontables comprobaciones o lavarse las manos incansablemente) o actos mentales (p.ej.contar, rezar o repetir palabras en silencio) de carácter repetitivo, que el individuo se ve obligado a realizar en respuesta a una obsesión o con arreglo a ciertas reglas o pautas de actuación que ‘debe’ seguir estrictamente. El objetivo original de estos comportamientos u operaciones mentales es la prevención o reducción del malestar o la prevención de algún acontecimiento o situación negativos ocurrido previamente.
TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO (TEPT).
El trastorno por estrés postraumático o TEPT es un trastorno psicológico clasificado dentro del grupo de los trastornos de ANSIEDAD, que sobreviene como consecuencia de la exposición a un evento traumático que involucra un daño físico. Es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo. El factor estresante puede involucrar la muerte de alguien, alguna amenaza a la vida de la persona o de alguien más, un grave daño físico, o algún otro tipo de amenaza a la integridad física o psicológica, a un grado tal, que las defensas mentales de la persona no pueden asimilarlo. En algunos casos, puede darse también debido a un profundo trauma psicológico o emocional y no necesariamente algún daño físico; aunque generalmente involucra ambos factores combinados.
HIPOCONDRÍA
La hipocondría es “una afección caracterizada por una gran sensibilidad del sistema nervioso con tristeza habitual y preocupación constante y angustiosa por la salud”, nos dice el diccionario. Pero la característica esencial del trastorno hipocondríaco es “la preocupación persistente de la posibilidad de tener una o mas enfermedades somáticas graves y progresivas, puesta de manifiesto por la presencia de quejas somáticas persistentes o por preocupaciones persistentes sobre el aspecto físico”, se lee en el informe CIE-10 trastornos mentales y del comportamiento de la Organización Mundial de la salud. Según este documento, “con frecuencia el enfermo valora sensaciones y fenómenos normales o frecuentes como excepcionales y molestos, centrando su atención, casi siempre solo sobre uno o dos órganos o sistemas del cuerpo.”
La hipocondría es una clase de trastorno somatomorfo en el cual se presentan reiteradamente “síntomas somáticos acompañados de demandas persistentes de exploraciones clínicas, a pesar de repetidos resultados negativos…y de que los síntomas no tienen una justificación somática” refiere el CIE-10.
El hipocondríaco generalmente “rechaza los conceptos médicos y vive cambiando de especialistas, hasta cuando se descubre que se trata de una enfermedad somática. luego viene la remisión al psiquiatra, la cual es rehusada o difícilmente aceptada.
Cuándo se presenta:
La prevalencia de la hipocondría es desconocida y afecta por igual a hombres y mujeres. Se presenta en el 2 por ciento de la población en general y entre el 4 y el 10 por ciento de los paciente de medicina general. No hay diferencia en la edad en que se inicia, pero es mas frecuente después de los treinta.
La incapacidad que puede ocasionar es variable, pues “mientras unos enfermos manipulan a su familia ya su entorno social a través de sus síntomas, una minoría mantiene un comportamiento social normal”.
Tratamiento:
En el tratamiento de la hipocondría se emplea principalmente psicoterapia, para el reconocimiento del problema, manejo de la ansiedad, reeducacion del paciente con el fin de que no acuda a otros médicos, no hable de enfermedades ni lea libros o revistas medicas, entre otros. Existe también “tratamiento farmacológico, que lo debe prescribir un medico psiquiatra y se basa principalmente en ansiolíticos y antidepresivos, ya que casi siempre esta enfermedad esta asociada con depresión”.
DEPRESIÓN.
Habitualmente cuando nos sentimos bajos de ánimo decimos que “tenemos la depre”, como acepción común o popular del término clínico depresión. Pero la depresión no es ése estado de sentirnos con el ánimo bajo o con sensación de decaimiento que experimentamos en determinados momentos: es algo más. Estar triste y apático, verlo todo de color negro (a través de pensamientos negativos), no poder dormir (o dormir en exceso) o perder peso son algunos de los estados añadidos que pueden indicarnos una depresión real.
La tristeza, y con ella la apatía o el desánimo, es el síntoma más visible de la depresión, pero no es el único. Las personas con depresión suelen tener también alteraciones del pensamiento, de forma que valoran negativamente sus capacidades o su grado de responsabilidad en los acontecimientos y lo ven todo (su futuro, sus relaciones personales….) de color negro. Esta es una razón por la quemuchos depresivos adoptan una conducta autodestructiva (con un grado muy bajo de autoestima), incluso generando pensamientos de suicidio o en casos de depresión severa llegando a suicidarse.
Por otro lado, la depresión origina, además ansiedad y muchas veces, alteraciones en el funcionamiento del organismo: se pierde sueño y peso o, por el contrario y en menor medida, se duerme demasiado o se engorda; se produce una continua sensación de cansancio; son frecuentes los dolores de espalda o de estómago; y se pierde también el interés sexual y la capacidad para adaptarse a las situaciones de estrés. Además, la depresión afecta al sistema inmunológico, con lo que hay una mayor predisposición a contraer determinadas enfermedades.
¿De dónde proviene la depresión? Según los expertos, no se puede hablar de una causa, sino de muchas. En principio, la depresión significa que algo funciona mal en el cerebro, es decir, que hay un problema en los mecanismos de neurotransmisión cerebral, en la conexión de unas neuronas con otras. Esto provoca la disminución de catecolaminas y serotoninas (neurotransmisores), sustancias que segregan las neuronas y que intervienen, entre otras cosas, en la adaptación de la persona al estrés y en la regulación de los estados afectivos. Pero la depresión puede provenir también de factores estresantes que perduran en el tiempo (problemas familiares, en el trabajo, una enfermedad crónica….) e incluso experiencias de tipo traumático que no se han superado (la muerte inesperada de un hijo…..por ejemplo) y que afectan de forma recurrente al normal funcionamiento y adaptación de la persona a su vida y sus circunstancias.