Los ataques de pánico se caracterizan por un acceso brusco de miedo o malestar intenso. Pueden aparecer en cualquier momento, aunque no haya nada que temer.
El sistema nervioso de algunas personas activa señales de alarma en momentos inapropiados. Esas personas sienten las mismas sensaciones físicas y emocionales que experimentarían si sus vidas estuvieran realmente amenazadas. Los ataques pueden provenir de la nada, en lugares donde no existe el más mínimo peligro real. A pesar de que, habitualmente, duran sólo unos pocos minutos, las crisis de pánico hacen que estas personas se sientan como si fueran a tener un ataque al corazón, desmayarse, o volverse locas. Es frecuentemente descripta como “la experiencia más terrorífica que he vivido”.
Una de las mayores dificultades con que se encuentran los individuos con trastorno de pánico es obtener un diagnóstico adecuado.
Síntomas del Ataque de panico.
Los síntomas más comunes de una crisis de pánico son: palpitaciones, sudoración, miedo a morir, a desmayarse, a perder el control o a volverse loco, dolor en el pecho, mareos, temblores, sensaciones de frío o calor, ahogos, náuseas, debilidad y sensación de irrealidad, entumecimiento de extremidades, sensación de hormigueo, sensación de atragantamiento. (más…)
¿Se puede afirmar que las personas son más o menos ansiosas?
Sí. La ansiedad no es sólo una reacción emocional, sino que también puede ser considerada como un rasgo de personalidad. En este caso entendemos la ansiedad como una característica de la personalidad, relativamente estable (a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones), en la que se encuentran diferencias individuales importantes.
Distinguimos entre rasgo de ansiedad y estado de ansiedad. El rasgo de ansiedad se refiere a la tendencia individual a reaccionar de forma ansiosa, mientras que el estado es descrito como un estado emocional transitorio y fluctuante en el tiempo. El nivel de un estado de ansiedad debería ser alto en circunstancias que sean percibidas por el individuo como amenazantes, independientemente del peligro objetivo. La intensidad de un estado de ansiedad sería baja en situaciones no amenazantes, o en circunstancias en que aún existiendo peligro, éste no es percibido como amenazante. Mediante el rasgo de ansiedad evaluamos las diferencias en la disposición para percibir estímulos situacionales como peligrosos o amenazantes, y la tendencia a responder ante tales amenazas con reacciones de estados de ansiedad. El rasgo de ansiedad puede ser considerado como reflejo de las diferencias individuales en la frecuencia y en la intensidad con que los estados de ansiedad se han manifestado en el pasado, y en la probabilidad con que tales estados serán experimentados en el futuro. Las personas más ansiosas, tienen un marcado rasgo de ansiedad, por lo que tienden a percibir un gran número de situaciones como peligrosas o amenazantes, y a responder a estas situaciones amenazantes con estados de ansiedad de gran intensidad.
En nuestra civilización las situaciones que provocan ansiedad de evaluación son cada vez más frecuentes en la vida de las personas. Así, por ejemplo, para poder acceder a la mayoría de los centros educativos es imprescindible superar pruebas de ingreso; el rendimiento escolar se evalúa mediante la realización de exámenes periódicos; para conseguir trabajo hay que superar pruebas de selección, exámenes psicotécnicos, etc. Por ello, la ansiedad de prueba o ansiedad de evaluación se ha convertido en los últimos tiempos en un problema de gran envergadura no sólo desde un punto de vista educativo sino también social y clínico.
En nuestro país, se estima que en enseñanza primaria y secundaria, aproximadamente entre el 15-25% de los estudiantes presentan niveles elevados de ansiedad ante los exámenes (Escalona y Miguel-Tobal, 1996).
La ansiedad ante los exámenes constituye un grave problema no sólo por el elevado porcentaje de estudiantes que la padecen sino también porque ejerce un efecto muy negativo sobre el rendimiento. Por ello, hay que considerar que un número muy alto de alumnos que sufren fracaso escolar no tienen problemas relacionados con el aprendizaje o con su capacidad sino con los niveles extremos de ansiedad que presentan ante los exámenes.
La sintomatología que manifiestan los estudiantes con este problema es muy variada aunque predominan, por un lado, las respuestas cognitivas tales como preocupación excesiva sobre su actuación y las consecuencias de una mala ejecución, comparación con el resto de los compañeros y pensamientos de autocrítica y por otro, las respuestas fisiológicas como molestias gástricas, náuseas, vómitos, diarrea, dificultad para conciliar el sueño, cefaleas, tensión muscular, temblores, respiración rápida y superficial, disnea. Por último, pueden aparecer determinadas conductas como hiperactividad, movimientos repetitivos e incluso, en determinados casos, la evitación del examen o del centro escolar. Estos síntomas tienden a incrementarse a medida que se aproxima el examen. A ello hay que sumar el cambio que suele producirse en el estilo de vida de muchos estudiantes, fundamentalmente universitarios, en época de exámenes ya que tienden a aumentar el consumo de cafeína, tabaco, sustancias psicoactivas, tranquilizantes, etc.
Los efectos que la ansiedad tiene sobre el rendimiento son bastante claros y se producen fundamentalmente ante determinadas condiciones: cuando las instrucciones son amenazantes (p.e. de este examen depende tu futuro, si suspendes tendrás que repetir…); cuando hay presión de tiempo, sobre todo, cuando el tiempo para su realización es corto; o cuando la tarea es compleja y requiere de un alto nivel de concentración. Ante estas condiciones el estudiante ansioso presentará una reducción considerable de su rendimiento.
Como puede apreciarse, estas son las características habituales de los exámenes en el ámbito educativo, lo que permite concluir que tal y como está establecido el sistema educativo actual los sujetos ansiosos tienen serias dificultades para reflejar su nivel real de preparación, por lo que mostrarán reducciones de gran magnitud en su rendimiento.
¿Las diferencias individuales en la reacción de ansiedad ante una misma situación indican patología?
Pregunta:
¿Las diferencias individuales en la reacción de ansiedad ante una misma situación indican patología?
Respuesta:
Si un individuo reacciona en alguna ocasión con altos niveles de ansiedad ante una situación, ante la que otros individuos no experimentan tanta ansiedad, podemos hablar simplemente de una reacción de alta intensidad, o de una reacción aguda de ansiedad en un nivel no demasiado alto, que es puntual y no extrema. Esto no suele suponer ningún trastorno.
El problema vendría si esta forma de reacción aguda es excesivamente intensa, como en los ataques de pánico o crisis de ansiedad (en los que el individuo no puede controlar su ansiedad y alcanza niveles extremos), o bien cuando se establece dicha reacción aguda como un hábito, es decir, si una reacción de ansiedad de alta intensidad se vuelve crónica, o se vuelve muy frecuente.
La reacción aguda de ansiedad no siempre es patológica, sino que puede ser muy adaptativa. Por ejemplo:
si la situación que la provoca requiere una fuerte reacción de alarma que nos prepare para la acción (si se nos exige una gran concentración en una tarea para la que se necesitan muchos recursos de la atención),
o si requiere una gran activación fisiológica (porque necesitamos tensar más los músculos, bombear más sangre, más oxígeno, etc.),
dicha reacción de ansiedad nos ayudará a responder mejor ante esta situación.
Existen unos criterios prácticamente universales para determinar si el comportamiento de una persona cabe diagnosticarlo como un trastorno de ansiedad. Estos criterios están recogidos en las dos clasificaciones de trastornos mentales (o psicopatológicos) más importantes:
DSM-IV (Asociación de Psiquiatras Americanos, APA)
ICD-10 (Organización Mundial de la Salud, OMS)
En ambas, son similares los criterios para diagnosticar un trastorno de ansiedad.
Nuestras emociones están ahí para ser sentidas, pero no para dominar nuestra vida, ni cegar nuestra visión, ni robar nuestro futuro, ni apagar nuestra energía, porque, al momento de hacerlo, se volverán tóxicas. Sanar nuestras emociones implica prepararnos a nosotros mismos para liberarnos de las emociones negativas y tóxicas que, en definitiva, no nos ayudan a encontrar una solución. Nuestra propuesta es otorgar a cada emoción el verdadero significado que tiene.
Por ejemplo, es normal que:
si te han estafado, sientas rabia, pero no que salgas a
romper todo…
si te han traicionado, sientas decepción, pero no que no
vuelvas a confiar nunca…
si te han humillado, sientas vergüenza, pero no que dejes
de correr riesgos…
si te han mentido, sientas desconfianza, pero no que
sientas resentimiento…
si te han intimidado, sientas miedo, pero no que te detengas
ahí…
si no te han amado, sientas rechazo, pero no que busques
ser rechazado…
si has perdido o te has sentido frustrado en algo, sientas
tristeza, pero no que permanezcas alicaído…
Vivir significa conocerse, y ese conocimiento es el que nos permite relacionarnos con el otro y con nosotros mismos.
La sabiduría emocional consiste en elegir cómo nos vamos a sentir.
Si escondemos nuestras emociones, las acallamos y las ocultamos pensando que de esta forma van a desaparecer, cometemos un error. Ellas seguirán estando ahí, solo que se hallarán confinadas en (más…)